El viento sopla donde quiere y oyes su ruido (Jn 3,5a.7b-15)
Es una imagen preciosa esta del viento. Soy de los que se sienten vivos cuando el viento, leve brisa o moderado soplo, le pega en la cara. Ir a la ladera de la Torre de Hércules o a cualquier cabo de las Rías Altas o de la Costa de la Muerte y, subido a una roca, sentir el viento sobre tu piel es algo que me hace sentir muy vivo.
La Palabra de hoy me recuerda que en el ámbito espiritual también va mucho de esto: de dejar que el viento sople y de sentirlo sin hacer demasiadas preguntas. No hace falta saberlo todo. No hace falta tenerlo todo controlado y planificado. No hace falta conocer pros y contras. No hace falta fabricar puertas de entrada ni salidas de emergencia. Simplemente sentir el viento, escucharlo y dejarse mecer. Ese viento que es intuición, que es pasión, que es sobrecogimiento. Ese viento que es felicidad profunda cuando llega y tensa calma cuando desaparece. Ese es el viento del Espíritu.
Llevo tiempo sintiendo el viento en mi cara aunque no tengo ni idea qué hacer con él. Tal vez la respuesta es nada. Simplemente dejarme llevar un poquito y sonreir…
Un abrazo fraterno