Entradas

Evangelio para jóvenes – Domingo 5º del Tiempo Ordinario Ciclo B

Empecé el fin de semana deseoso de descanso y desconexión. Están siendo semanas intensas y difíciles en el cole. ¿La cabeza? Dando vueltas sobre algo que toca discernir. A ti te pasará lo mismo. Siempre hay decisiones a tomar. Siempre hay preocupaciones. Siempre se asoman abismos y, a veces, despiertan alegres sorpresas. No estamos solos aunque sintamos que hay momentos que solo se pueden vivir en soledad. Tú y yo necesitamos parar, mirar a Dios y hablarle, conversar con Él. La vida cuesta. Vamos a leer el Evangelio de hoy [Mc 1,29-39]:

En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.
Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.»
Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.

Jesús sigue adelante con su misión. Predica el Reino, cura enfermos, atiende al que lo necesita, expulsa demonios. Sigue entregándose. Muchos le necesitan. Me pregunto qué hago yo con mis días. ¿Y tú? ¿Qué haces tú? ¿Nos quejamos del cansancio pero… para qué estamos aquí? ¿Cómo descansar mientras haya personas cerca que nos necesitan, amigos que piden ser escuchados, abuelos que anhelan compañía, estudios que deben ser atendidos, pobres que se sienten invisibles, niños que me esperan para alegrar su día…? Te dejo tres pistas para hoy:

  • «Cerca y lejos» – Fíjate en el Evangelio. Jesús combina a la perfección el «cerca y lejos». Cura a la suegra de su querido discípulo Pedro. Les conoce, les quiere, son casi familia. Luego atiende a miles que no sabe ni quiénes son. Cerca y lejos. Eso nos pide el Señor, a ti y a mí. Porque la misión no justifica desatender a aquellos que la vida nos ha regalado. ¿Qué hay de tus padres? ¿Y tu marido? ¿Y tu esposa? ¿Y tus hijos? ¿Y tus amigos? ¿Y tus compañeros de clase o trabajo? ¿Sabes lo que necesitan? ¿Te preocupas por ellos? ¿Les dedicas tiempo? Y, al contrario, la familia y los cercanos no se acaban en sí mismos. Dios te pide salir ahí afuera porque ¡el mundo te necesita! ¡Muchos, que ni conoces, necesitan de tu tiempo, de tus dones, de tu energía, de tu entrega! ¿Qué haces con eso?
  • «Agotamiento» – No sé si alguna vez has pensado en si es posible seguir a Jesucristo y vivir «de puta madre», con perdón. Difícil. Cuando entregas tu vida, cuando decides vivir en «modo misión», es complejo sacar un gran tiempo de ocio, para ti, para tus «cositas». Esto te echa para atrás. Y a mí. A todos. Es una lucha de todos los días que se libra en tu corazón: ¿seguir sirviendo o dedicarme a mí y a mi disfrute? Cada uno debe encontrar, con el Señor, su equilibrio, pero está claro que el agotamiento, el cansancio, la sensación de no poder más, de estar sin fuerzas, el anochecer… llega inevitablemente. Pero Dios no abandona. La felicidad no decae. La mirada no se enturbia, sino más bien lo contrario. Prueba.
  • «Retirarse a orar» – La oración en Jesús es como el caldero mágico que Panorámix preparaba a sus compañeros de aldea en las aventuras de Astérix y Obélix. Orar es nuestro descanso. Es más efectivo que el sofá, que una cerveza con los colegas, que el sexo con tu pareja, que una tarde de cine o una mañana de deporte. Entiéndeme. ¿Todo eso es necesario? ¡Por supuesto! Cada cosa en su medida. Nos tenemos que cuidar. Tenemos que disfrutar de la vida también, que es un regalo. Pero lo que nos permite seguir es sabernos sostenidos, amados, enviados y escuchados por el Padre. No hay otra fórmula. A más cansancio, más oración. A más noche, más oración. Hasta que amanezca de nuevo. Reza, lo que puedas, como sepas. Cógele el gusto. Y adelante.

El apóstol Pablo habla de «siendo libre, hacerse esclavo de todos». Suena fuerte. Pero esta es la propuesta. En mi boda, Esther y yo terminamos nuestros consentimientos diciendo: «Quiero regalarte mi libertad». No hay poder más grande que entregar tu vida libremente. Esto es ser cristiano. Esto es predicar el Reino. Esta es la receta de la felicidad, de la de verdad. Buen domingo.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

 

Evangelio para jóvenes – Domingo 23º del Tiempo Ordinario Ciclo A

Esta semana que entra empieza el cole para los chavales de ESO, Bachillerato y FP de Castilla y León. Los profes estamos preparándolo todo y estamos empezando a recibir una formación para mejorar el clima escolar y prevenir problemas de convivencia, acoso y agresiones en el centro. Si me quedo con algo de estas primera sesiones es con la importancia de la fuerza del grupo. No somos islas. Necesitamos a los demás. Impactamos en la vida de los demás, para bien o para mal. Por eso, cuando escucho el evangelio de hoy, lo tomo como una palabra importante hoy para mí [Mt 18,15-20]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»

Hermanos, dos, tres testigos, la comunidad… ¡Jesús conjuga la vida en plural! Es cierto que los actos de cada uno importan, y mucho, pero Jesús nos insiste en la idea de que el Padre nos ve y nos ama en plural, uno a uno junto a otros. Somos pueblo. Somos familia. Somos hijos, hermanos. El tejido que hay entre todos, invisible, es más fuerte de lo que piensas, pese a la filosofía individualista de este mundo en el que vives. El «sálvese quién pueda» no entra dentro de los planes de Cristo. ¿Y de los tuyos? Te dejo tres ideas:

  • «Amar también es corregir» – El amor entrelaza nuestras vidas. El amor de madre, de padre, de hijo, de hermano… El amor de amigo, el amor de pareja, el amor desinteresado… conecta los corazones. Es imposible amar y mirar para otro lado si el amado, o la amada, no es feliz o va camino de no serlo. Porque amar es desear que el otro sea lo que es en plenitud, sea feliz de verdad. Por eso la corrección fraterna entra en juego. ¡¿Cómo no decir nada a aquel, a aquella, que está sumiendo su vida en la oscuridad?! Jesús corrigió muchas veces a los suyos y a las personas con las que se encontraba. Y Pedro ¡se atrevió a corregir a Jesús! ¿Te involucras en la vida de aquellos a los que amas? ¿Y tú, te dejas? ¿Cómo te sienta que te corrijan?
  • «Qué difícil es corregir bien y ser corregido» – La corrección fraterna es una de las cosas más difíciles que puede vivir una comunidad, una familia, un grupo de personas, de compañeros. Corregir en el momento adecuado, con la intensidad justa y con el espíritu purificado… ¡es algo complejo! Por eso es bueno intentar que Dios esté presente en todo ese proceso. Lo primero, para que el corazón de la persona que va a recibir la corrección sea dócil, no esté endurecido, no se arrugue ni se agrie. Lo segundo, para que la persona que corrige busque el bien del otro y empiece por hablar con él a solas y luego lo ponga en manos de la comunidad, en oración, si la cosa no va bien. Nada de imponer. Nada de gritos. Nada de excusas. Nada de juicios. Mucha humildad. Mucha bondad. Mucha paciencia.
  • «Dios se hace presente en la comunidad» – Como diría mi profesor Serafín Béjar, mírate el ombligo. Tu ombligo es la señal inequívoca de que tu vida no es posible sin depender de otra. No es posible vivir sin otro. Estamos conectados. Dios ha diseñado una vida que, lo es, si se vive en comunidad. En este marco comunitario, las relaciones de amor que construya será las que sostengan y animen mi existencia y, con ella, la de otros. La salvación no es algo tuyo. Nos salvamos juntos. Creemos juntos. Crecemos juntos. Nos perdonamos. Nos hacemos daño. Nos sostenemos en la dificultad. Nos damos la mano cuando la vida se pone cuesta arriba. Celebramos juntos la alegría y los regalos de la vida. Somos uno.

Sal ahí afuera y disfruta de las relaciones que has tejido hasta hoy. Reza algún rato con otros. Habla con alguien. Comparte tu vida. Busca alguien con quién alegrarte y alguien a quién sostener con una palabra, un gesto, una mirada… Y si alguien lo necesita, ponte en manos de Dios y corrígele con misericordia. Que te importe su vida como para arriesgarte por él, por ella. Y así siempre.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

¿Y tú de quién eres? – III Lunes Adviento 2018 – (Mt 1,1-17)

Mateo escribía fundamentalmente para los judíos y por eso esa necesidad de comenzar vinculando a Jesús de Nazaret con la saga del Rey David y, previamente, con el patriarca Abrahán. No es baladí este comienzo del evangelio de Mateo. Había que ser claro ante los destinatarios: Jesús era un judío, uno de los más grandes, el que cumplía la profecía mesiánica.

El árbol genealógico es una ejercicio o actividad típica en algún momento de la Primaria, en la escuela. La profesora o el profesor nos pidieron a todos, en algún momento, que dibujáramos o construyéramos nuestra genealogía, sin ir muy lejos. Y nosotros, orgullosos, así lo hacíamos. Porque la historia familiar es la historia de uno. Porque importa de dónde vienes. Porque importa quién eres, cómo te llamas y cómo te apellidas. A veces para bien, y uno lo lleva con orgullo. A veces para mal, y uno lo lleva como carga. El caso en que mi historia no comienza conmigo. La historia de Dios conmigo es como un árbol frondoso, lleno de ramas, hojas y brotes. Y es que en el fondo, y en esto lo tuvieron muy claro los judíos, la historia de mi familia, la historia de un pueblo, la historia comunitaria… es más importante que la mía propia. Desvincular mi historia de los otros es, sencillamente, imposible.

El individualismo de hoy, también se ha hecho notar en nuestros ámbitos religiosos y espirituales. Mucha gente ha abandonado la Iglesia, mucha gente afirma creer solo, mucha gente confirma que no necesita ser perdonado por nadie para saberse perdonado, mucha gente cree que su vida nada tiene que ver con la de los vecinos, los amigos, los pobres… que le rodean. 

Llega Navidad. Y no es tanto tiempo de la familia como tiempo de sentirme parte de una historia común; una historia que se vio atravesada por la llegada de un Niño que lo cambiaría todo; un Niño que necesitó de otros para nacer, para crecer, para creer, para aprender. Piénsalo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Quién dice la gente que soy yo? (Lc 9, 18-22)

yo.jpgNo creo que Jesús estuviera muy preocupado por lo que los demás pensaran de Él. Si eso le quitara el sueño no habría hecho muchas de las cosas que, a la postre, le llevaron a la cruz. Pero sí es una pregunta que hoy me la planteo para mi de ese modo: ¿Quién dirá la gente que soy yo? ¿Qué dirá la gente de mi? ¿Qué opinan los que me conocen? ¿Y los que no me conocen en profundidad sino sólo un poquito?

Tal vez la pregunta interesante sería más bien: ¿Qué imagen doy a los demás de mi mismo? ¿Cómo me muestro? ¿Es una imagen completamente real?

Siempre me consideré muy verdadero pero después de mi experiencia con el Enneagrama he descubierto que también tengo máscaras, que las uso y que algunas están muy arraigadas. Es por eso que, hoy por hoy, creo que aquello que la gente percibe de mi no acabo de ser yo realmente… y fundamentalmente es porque yo así decido mostrarme… Digno de seguir siendo profundizado, sin duda…

Un abrazo fraterno