Hace unos años, en una oración con niños de Primaria, leímos el pasaje de la oveja perdida que comienza con la pregunta de Jesús de «suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida?«. Recuerdo que al lanzar la pregunta, uno de los niños respondió categóricamente: NO.
Un niño capta perfectamente el absoluto sinsentido que plantea Jesús. Todo el mundo sabe que un pastor que tiene 100 ovejas, no dejaría solas a las otras 99 por ir a por la oveja que se le ha perdido. Está fuera de toda lógica. Y esto es lo que hace que la propuesta de Jesús sea rematadamente maravillosa. Es el sinsentido de Dios, que se escapa a las lógicas humanas, a la evaluación de consecuencias, a los equilibrios de intereses, a la justicia equitativa, a la simetría del amor… Es la trampa de la oveja perdida.
El amor de Dios se escapa de nuestras manos. Es tan inmenso y tan maravilloso que no somos capaces de entenderlo. Sólo podemos acoger. Sólo podemos llenarnos de esperanza al saber que, en nuestra vida, Dios no nos deja nunca y que, si nos perdemos, recorrerá nuestro camino hecho para encontrarnos y devolvernos a casa.
Un abrazo fraterno – @scasanovam