Lo poco que soy y lo mucho que creo ser… (Marcos 10, 32-45)
Tentaciones de poder, de reconocimiento. Esa aparente intención de Santiago y Juan de estar cerca del Señor no fue bien vista por sus compañeros. La tentación de querer ser el primero también existe en nuestra relación con Dios. La tentación de sentirse merecedor de algo, digno de la salvación… tentación de saberse «mejor que otros». A mi me pasa y muy a menudo.
Yo soy una persona exigente con los demás. Normalmente opino que tengo las mejores ideas, las mejores iniciativas… Pienso que otros pueden hacerlo bien pero no tan bien como yo. Pienso, además, que tengo derecho a exigir porque intento vaciarme y darme todo lo que puedo. Pero detecto en mi, muchas veces, ansia de reconocimiento. Una palabra, un gesto, un email, una mención… ¡lo que sea! Pero la busco, la ansío, la deseo. Quiero ser el mejor presidente del AMPA de la historia, el mejor marido, el padre más guay, el más implicado, escribir relatos que enganchen y apasionen, posts que sean mejores que las reflexiones de los Santos Padres… De los primeros, el primero. De los últimos, el último. No pasar desapercibido.
Y leo el Evangelio de hoy y me reconozco de alguna manera, tal vez porque también soy hijo del trueno como los hijos del Zebedeo, en Santiago y Juan. Quiero ser la bomba y sólo soy yo. Quiero ser santo y, posiblemente, me esté equivocando de camino.
Miro mi vida y me contemplo a mi mismo y sé reconocer que soy muy poco exigente conmigo mismo, que a veces mis ideas y mis iniciativas no funcionan, que los demás son mejores que yo en muchas cosas. Reconozco que los demás se hartan de que les exija cuando tanto hay que corregir en mi vida. Hay personas que piensan que el AMPA podría ir mucho mejor, mi mujer me quiere un montón pero a la vez espera de mi que la quiera más a ella y menos a mi mismo… Con mis hijos, ¡hay tanto a lo que no llego! Espero que Dios corrija lo que yo puedo torcer… Mi blog es medianillo, no soy ni el más visitado, ni el más seguido, ni el más nombrado, ni el más famoso, ni el más formado, ni el más… Ni siquiera tengo una vida llena de desgracias que me permitiera saberme el último de los últimos… Quiero ser la bomba y me doy cuenta de que bastante tengo con tenerme en pie pese a todas mis flaquezas, debilidades, fragilidades…
Me cuesta aceptar que es ahí, precisamente en mi imperfección, en mi debilidad, en mi flaqueza, donde Jesús puede elevarme al cielo, lanzarme, amarme pese a todo. Es ahí donde el amor de Dios se descubre redentor, sanador, salvador.
Hoy me pongo a mi mismo, con todas mis tentaciones de ser más, delante de Dios y le pido que me ayude a abajarme. Que el Señor haga de mi un pequeño servidor del Reino, un humilde trabajador en su viña.
Un abrazo fraterno