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Evangelio para jóvenes – Domingo 2º del Tiempo Ordinario Ciclo B

Este fin de semana estuve de convivencia con el grupo de jóvenes al que acompaño. Era una convivencia sin mayores pretensiones que convivir, disfrutar juntos, cargar pilas, conocernos mejor, orar juntos, pensar en presente y futuro… El caso es que surgieron muchas, y bonitas, conversaciones acerca del amor, la pareja, el enamoramiento, el compromiso, el noviazgo… y todos los miedos, reparos, precauciones y sensaciones que tiene aquel que siente que una oportunidad se ha presentado en su vida. ¿Hay que coger el tren o esperar al siguiente? Leamos el Evangelio de hoy [Jn 1,35-42]:

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús.
Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo: «Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»
Y lo llevó a Jesús.
Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»

Juan el Bautista charlando con dos de sus discípulos. Pasa Jesús. Juan suelta la cuerda, abre la puerta, deja volar… ha llegado el momento de subirse a otro tren. Ha llegado la oportunidad. Y sus discípulos no se lo piensan demasiado. Hacen caso a su maestro. Dan un paso. Es el primero. Se fían de aquel que los conoce y los quiere. Te dejo tres pistas para que pienses un poquito qué puede decirte a ti este evangelio:

  • «Le reconoce» – El Evangelio comienza con algo que marca todo el desarrollo y que habla claramente de quién es Juan. Juan reconoce a Jesús, que pasaba por allí. Jesús no se acerca. Jesús no va a buscarle. Juan no le interrumpe su camino. Simplemente lo ve pasar y le reconoce. ¡Qué importante reconocer a Dios cuando pase por tu vida! ¿Qué es necesario para ello? Seguro que te preguntas eso a veces. Pues mira, no tengo la solución definitiva pero hay intuiciones que sí tengo claras: hay que esperarle y hay que saber mirar, educar deseo y mirada. Desearle porque consideras que lo necesitas en tu vida. Y practicar la mirada: liturgia, oración, entrega a los demás, un poco de silencio, y dejar de mirarte a ti mismo todo el rato.
  •  «Se fían» – Los discípulos se fían de Juan. ¡Qué valentía! ¿Y si Juan se equivocara de intuición? ¿Y si te equivocas cuando piensas que es Dios quién pasa y luego no es así? ¿Y si…? ¡Cuántas cosas dejas de hacer por ese miedo, por esas dudas, por necesitar tenerlo todo claro! Ellos se fían de lo que su corazón siente en ese momento y de aquél que los conoce y les acompaña. No se trata de ser un «cabezaloca» pero tampoco de dejarse atenazar permanentemente por el miedo a equivocarse. Así que piénsalo: las grandes y mejores aventuras comienzan dando un paso en el precipicio.
  • «¿Qué buscas?» – ¡Vaya preguntita! ¡Top! Es una pregunta para cada día, para cada etapa de tu vida, para cada plan y proyecto que estés valorando, para cada paso que estés a punto de dar, para tener siempre presente en tu oración… Es una pregunta que Dios te hace a ti. Es una pregunta que va directa a lo profundo de tu existencia. ¿Qué buscas? ¿Qué anhelas? ¿Qué necesitas? ¿Qué deseas? ¿Qué sueñas? ¿Qué te falta? Pero si no lo tienes claro, tranquilo: ellos tampoco supieron responder al Señor. Sólo tras pasar tiempo con Él, tras conocerle, tras ver «dónde vivía», se dieron cuenta que eso era, Jesús era, Él era lo que buscaban. Prueba… y verás.

Te deseo una buena semana con estas cuestiones de fondo. Dale una oportunidad a Cristo. Estate atento por si pasa por tu lado, practica tu mirada, déjate llevar por la intuición de tu corazón y atrévete a ir donde te lleve, aunque no tengas claro al principio si es eso lo que anhelas. No es un camino de seguridades sino de amor, y el amor siempre camina a la intemperie.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Reconocer (Lc 19,41-44)

Nos atrincheramos en nuestros prejuicios.
Nos atrincheramos en nuestros complejos.
Nos atrincheramos en nuestros fracasos.
Nos atrincheramos en nuestros planes y sueños.

Nos atrincheramos en nuestras prisas y urgencias.
Nos atrincheramos en nuestras verdades a medias.
Nos atrincheramos en nuestros selfies vacíos.
Nos atrincheramos sintiendo que el otro nos asedia.

Y no reconocemos tu rostro.
Y no reconocemos la belleza que nos rodea.
Y miramos, buscando,
lo que de verdad deja huella.
Y anhelamos, y pedimos, y esperamos.
Suplicamos en la noche,
despertamos con reproches.

Reconocer, Señor. Eso nos falta.
Reconocer lo que somos. Reconocer quién eres, dónde habitas.
Reconocerte. De eso se trata.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Nosotros esperábamos que él… (Lc 24,13-35)

Yo esperaba que él me mostrará mejor el camino a seguir.
Yo esperaba que él me dejara más clara mi vocación.
Yo esperaba que él transformara el corazón de los dirigentes irresponsables.
Yo esperaba que él nos ahorrara sufrimiento.
Yo esperaba que él curara a mi abuela.
Yo esperaba que él salvara de la muerte al bebé de mi compañero de trabajo.
Yo esperaba que él convenciera a los jóvenes para que no se fueran.
Yo esperaba que él saliera en favor de aquellos cristianos perseguidos que se mueren cada día en el mundo.

Yo esperaba, como aquellos discípulos de Emaús, que el Cristo lo hubiera cambiado todo y no hubiera muerto en la cruz pero…

¿Y si tantas expectativas me están impidiendo reconocerlo en el camino?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Reconocen a Jesús en mí? (Mc 6,53-56)

A Jesús lo reconocían e iban tras él el tiempo y la distancia que hiciera falta. Pero, hoy, ¿reconocen a Jesús en mí? Esa es la pregunta que me traslada el Evangelio de hoy. ¿Las personas son capaces de descubrir al Cristo que me habita detrás de mi fachada, de mi cuerpo, de mis palabras, de mis gestos, de mis acciones, de mis compromisos, de mis errores e incoherencias?

Si Jesús todavía no se transparenta en mí, es que hay camino. En breve llegará la cuaresma y será una buena ocasión para preparar el corazón. Y es que el testimonio mejor no es el de las palabras o el de las obras hechas a bombo y platillo. El testimonio mejor es el del aroma, ese que hace que la gente se acerque porque hueles a Jesucristo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

#ReconocerLE (Mateo 17, 10-13)

gafas_cerveza_2¿Reconozco a Jesús? ¿Reconozco a los profetas de Dios que me rodean?

Imprescindible: haber conocido ya a Jesús. Haber conocido a algún profeta.

Sin mi experiencia de Dios personal, sin mi encuentro con el Señor… dificilmente voy a reconocerlo en el pobre, en el enfermo, en el vecino, en el niño…

Esta palabra me llama a cultivarme hoy más que nunca, a practicar los sacramentos, a orar con fe en mi comunidad, a formarme más y mejor… y a tener mis ratos íntimos con Él. Sólo así lo reconoceré. Sólo así.

Un abrazo fraterno

No me reconoces (Lucas 19, 41-44)

Jesús llora. Le embarga la tristeza. La tristeza de no saberse reconocido y amado por aquella a quien Él ha escogido. No saberse reconocido… Yo, que he vivido casos de Alzheimer cercanos, he comprobado la desazón y la tristeza de que tu madre, tu madre, tu hermano… no sepa quién eres.

Estoy seguro de que Cristo sigue vivo, presente en medio de nosotros. ¿Lo reconozco? ¿Lo reconozco sufriente en alguna mirada, en una mano temblorosa? ¿Lo reconozco en los niños? ¿Lo reconozco en aquellos que se cruzan en mi camino, en los que rezan a mi lado? ¿Lo reconozco en el hermano? ¿Lo reconozco en el sacerdote de la parroquia, en cualquier sacerdote?

Jesús llora. Llora porque no se esconde, no se disfraza… y aún así, no le vemos.

Un abrazo fraterno