¡María! (Jn 20, 11-18)
Jesús llama por el nombre. Si hubiera sido yo quien hubiera ido al sepulcro habría gritado sin duda: «¡Santi!» Primero porque Él si me conoce a mi y, segundo, porque Jesús contacta de uno en uno y trata a cada uno como es, empezando por llamarle por su nombre.
Es ahí, al escuchar su nombre dicho de una manera especial, cuando María se da cuenta de quién es aquel que la está llamando. Imagino que su corazón se pondría a mil, sus ojos se abrirían de par en par y todo su cuerpo reaccionaría ante aquello.
Hoy a mi, pese a ser María, también me pasa a veces lo mismo cuando escucho, hago, leo, veo… al Maestro. Mi corazón late más fuerte y mi respiración se acelera. Entonces sé que estoy delante delResucitado.
Un abrazo fraterno