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Saciado (Marcos 6, 34-44)

Retomo mi actividad bloguera tras estos días de fiesta, intensidad, ilusión y, también,  mucho cansancio. La vida familiar en estas fechas es muy rica en momentos pero, a la par, agotadora. Ya volvemos a la «normalidad» y me encuentro con estas lecturas de hoy, preciosas para retomar el día a día.pan, vino y aceite

Leo el Evangelio y me pongo en el lugar de todas esas personas con las que Jesús quiso sentarse a enseñarles, a hablarles. Yo soy uno de esos. De esos que siguen al Maestro con sus miserias, sus agobios, sus problemas, sus ansias de liberación y de amor. Necesito sentarme y escucharle. Mirarle. Sentirlo cerca. El Señor, que me ve, sabe que lo necesito.

Y Jesús no deja indiferentes a esa personas, no lo hace conmigo. Cuando yo le busco, lo encuentro, lo escucho, lo miro, lo quiero… Jesús siempre me deja saciado. Transforma mi hambre y mi sed y me da más, obra el milagro en mi vida y colma mis necesidades, mis ansias.

Es una buena manera de empezar el año. Una buena manera de recordar dónde está el centro. Lo demás, no es tan importante.

Un abrazo fraterno

No me pierdo este festín por nada del mundo (Isaías 25,6-10a)

Ýa lo dijo Isaías… Y luego vino Jesús y dio de comer a todos los que habían ido aquel día a aquel monte.

Fíjaos en los términos de Isaías: festín, manjares suculentos, vinos de solera, enjundiosos, generosos… ¡Éste es nuestro Dios! El que nos sacia, en el enjuga nuestras lágrimas, el que nos prepara un banquete inigualable… el que convierte nuestra vida en una fiesta cuando nos decidimos a ponerla a sus pies, bajo su manto…

te amo

¿Quién no quiere esto? ¡Yo no me lo pierdo por nada del mundo! ¡A ésto soy llamado! ¡A ésto soy convocado! ¡A ésto soy invitado! La escena es brutal… Mi Dios preparando un gran banquete para mi, para ti, para todos… ¡Es brutal!

Yo voy a ducharme, a arreglarme, a perfumarme y a ir saliendo. No quiero faltar.

Un abrazo fraterno

Cinco panes y un par de peces (Jn 6, 1-15)

Con Jesús presente, el milagro de conseguir que aquello que tengo sea capaz de saciar el hambre de muchos se produce. Para ello tengo que estar dispuesto a ofrecerlo, a compartirlo, a ponerlo en medio. Ésto también es parte del milagro.

En una sociedad que cada vez nos empuja a poseer más cosas, a la individualidad, a la seguridad y a la inmediatez de los resultados… es un signo de los tiempos, un milagro, una muestra de que Jesús está presente… que siga habiendo personas capaces de poner lo suyo al servicio y que eso, a la luz de Dios, siga saciando a muchos.

¿Qué tengo yo que pueda ofrecer? ¿Cuáles son mis 5 panes y 2 peces que ofrezco a los que me rodean? hace tiempo que identifiqué alguno de mis dones, alguno de los regalos que me han sido dados y que yo pongo en juego para saciar al mundo: fidelidad, confianza, fortaleza y alegría. Y luego tengo aquello que yo mismo he ido cultivando y que también está al servicio. No hay demasiado. Pero Dios lo coge en sus manos y lo multiplica. La vivencia comunitaria facilita esto: la comunidad es multiplicadora de panes y peces.

¡Milagro!

Un abrazo fraterno