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Te equivocas de Jesús (Mt 12,1-8)

Si vives la fe como sacrificio, te equivocas de Jesús.

Si para ti ser creyente es cumplir una serie de normas, te equivocas de Jesús.

Si seguir al Señor te supone un fastidio al que accedes para salvarte, te equivocas de Jesús.

Si piensas que le amas más por lo mucho que te sacrificas, te equivocas de Jesús.

Si usas el rasero del cumplimiento con los demás, te equivocas de Jesús.

Si vas a misa los domingos porque es lo que manda la Iglesia, te equivocas de Jesús.

Si ante todo lo malo que nos sucede tú respondes «es la voluntad de Dios», te equivocas de Jesús.

Si vives sin opinión ni criterio y eres un cristiano marioneta, te equivocas de Jesús.

Si crees que te mereces el cielo porque eres de los que hacen lo que hay que hacer, te equivocas de Jesús.

Si miras el mundo a la defensiva y sólo ves lo malo alrededor, te equivocas de Jesús.

Si te pareces más a un tubo dentífrico, exprimido, que a una fuente, te equivocas de Jesús.

Si eres tan justo, que te olvidas de la misericordia, te equivocas de Jesús y no eres ni justo ni misericordioso.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Dejar, verbo difícil de conjugar (Mt 19,27-29)

No se puede seguir a Jesús sin dejar otras cosas. Dejar personas, dejar proyectos, dejar aspiraciones, dejar beneficios y comodidades, dejar tiempo… va todo incluido en el pack de seguidor de Cristo. Y todavía hay gente que no lo entiende. Yo el primero muchas veces. Porque pensamos que amar y seguir a Jesús puede ser compatible con amar y seguir a otras muchas cosillas del día a día. Pero no es así.

Cuando tengo que explicar esto a los niños pequeños, me asusta un poco. A veces pienso si alguno permanecerá al lado de Jesús sabiendo que tiene tantos «inconvenientes». Otras veces pienso que justamente este aspecto es lo que más atrae a los jóvenes: la locura y la radicalidad de dejarlo todo por Él. Pero me cuesta no vestir esto con cierta dulzura y suavidad. Y así vamos. Llevamos siglos intentando suavizar ciertas cosas del mensaje del Señor. Allí donde más se manipula, peor van las cosas. Allí donde se intenta ofrecer la radical oferta evangélica, mejor van.

Y es que nos pasa como con las dietas. Aunque sepamos que es por salud, eso de dejar de comer ciertas cosas o en determinados momentos, lo llevamos mal. Entre otras cosas porque lo vivimos como pérdida sin ningún sentimiento de ganancia. Pocos piensan en la salud que ganan y muchos piensan en lo que pierden. Con Jesús pasa igual. Pocos piensan en lo que ganan y casi todos medimos lo que perdemos. Que si amigos, que si libertad, que si posibilidades, que si comodidades, que si placer… ¿Y qué ganamos? Ni idea…

Yo hoy le pido al Señor que me ayude a conjugar el verbo dejar este verano; que varias veces al día no me importe ni me asuste repetir «Señor, esto lo dejo por ti»: Y a ver qué pasa.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Señor… ¡ya te vale! (Génesis 22, 1-19)

Abrahán estaba dispuesto a sacrificar a su hijo. Y por eso, el Señor lo bendice. Lo dice muy claro el ángel del Señor: «por no haberte reservado tu hijo único»… Reservar… El Señor bendice a Abrahán porque está dispuesto a darlo todo, a no quedarse con nada, a vaciarse, a estar disponible para Dios en su totalidad. ¡Qué libertad!

¿Cómo ando yo de libertad? ¿Y tú? Podría hacer una lista de lo más valioso de mi vida y de aquello que, por qué no, me aporta seguridad para seguir viviendo. No sé si sería una lista enorme o moderada, nunca me he puesto a ello… pero creo que no me sería complicado confeccionarla. Te propongo que hagamos juntos ese ejercicio. Por un lado nos ayudará a saber cuáles son nuestros tesoros y por otro, en un segundo momento, nos pondrá delante de nuestra libertad. ¿Estaría dispuesto a quedarme sin todo eso? Recordemos la historia de Abrahán: Isaac es fruto de la promesa del Señor, ya en su vejez. Hijo único, el futuro de la casta de Abrahán. Es, sin duda, lo más valioso que tiene. Pues ahora vamos a nuestra lista y elijamos… ¿Soy capaz de quedarme sin ello por el Señor?

Pero no es lo único que sacamos de la Palabra de hoy. Porque ¿cómo es posible que Dios le pida a Abrahán que reniegue de lo que Él mismo le había concedido? ¿Es que Dios cambia? ¿Es un Dios caprichoso? ¿Es posible que su voluntad para mi sea volátil, como el IBEX? ¿Qué pasa aquí? Si yo fuera Abrahán estaría completamente desconcertado… He leído varias catequesis e interpretaciones de esta Palabra y no todas dicen lo mismo. Yo prefiero quedarme con las preguntas, con el misterio. Somos hombres y no todo es tan claro a veces. A veces atribuimos a Dios la causa de nuestros propias confusiones, de nuestros propios enredos… Otras veces, el Señor nos exige dar pasos… Tengo que rezarlo más, abrir el corazón y que el Señor me ilumine en todo momento.

Un abrazo fraterno

Aquí estoy (Hb 10, 4-10)

¡Cuántas veces nos equivocamos pensando lo que Dios quiere de nosotros! En nuestro lenguaje hemos hecho hueco ya para expresiones del tipo «Dios sabrá por qué», «es por tu bien», etc. refiriéndonos a situaciones vitales que nos llegan y a las que parece tengamos que plegarnos asumiendo que el sacrificio, el aguante, la «ofrenda de la víctima»… es parte de esa relación con el Padre. Hemos tergiversado el sentido del sacrificio y muchas veces hemos animado a la gente a confundir «cristiano» con «sacrificado».

¡Qué pensarán las personas que así lo viven cuando lean palabras como las de hoy! Dios funciona en positivo, así lo entiendo yo. No formula su salvación en negativo sino que lo que espera de mí es que limpie mis oídos, conozca mis dones y crezca como persona sana y madura, capaz de plantarme delante suya y pronunciar: «Aquí estoy. Para hacer tu voluntad». Sin victimismos. Sin sacrificios. «Ya nos os llamo siervos sino amigos». Pues eso. Proyecto común, no proyecto impuesto.

Esto, que parece más bonito, es mucho más difícil y pese a los que abanderan los sacrificios mal entendidos… pide mucho más de mi.

Un abrazo fraterno

Perfúmate la cabeza y lávate la cara (Mt 6, 1-6. 16-18)

Hoy empieza la Cuaresma. Reconozco que no he llegado vitalmente a vivir este tiempo con la intensidad del tiempo de Adviento. Tal vez sea un tiempo que, inconscientemente, me gusta menos. Renuncia, sacrificio, culpa, perdón, ayuno, etc. son palabras que no acaban de gustarme demasiado.

En casa de mis padres, desde pequeño, seguíamos la tradición de no comer carne los viernes. era, tal vez, el signo más evidente de que había llegado la Cuaresma. Hoy no acabo de sentirme bien por haber abandonado esa práctica. Es verdad que mi fe ha madurado y que uno descubre que los signos externos no son más que facilitadores de una experiencia más profunda, más interior. Pero bajo ese convencimiento siento que he diluido ciertas vivencias y que no he sido capaz de sustituirlas por otras más adultas o maduras… ¡o por las mismas vividas desde la adultez y la madurez!
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El camino hacia la Pascua ha comenzado a correr y es bueno pensar en vivirlo con intensidad para que la Vigilia de Resurrección llegue con todo su gozo a la vida. A ver cómo me apaño. Por lo de pronto me ha llamado la atención la matización del Señor respecto al ayuno: no es para que nos vean, no es para otros, no es sinónimo de búsqueda de compasión o reconocimiento… va mucho más por dentro… pero también por fuera. Agua y perfume.

Un abrazo fraterno

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas y, en cambio, me abriste el oído (Sal 39)

Esto es una auténtica declaración de principios de Dios y, tal vez, una declaración de principios que abunda poco en el entorno de sus seguidores. No quiero enterrar el valor que puede tener el sacrificio o la ofrenda pero pensar que esas son maneras de «quedar bien» delante de Dios es un poco absurdo, sobre todo leyendo este hermoso salmo.
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 Aunque nos parezca lo contrario elegir el camino del sacrificio y de las ofrendas es elegir el camino fácil, la senda ancha, la puerta grande. Sin desmerecerlo, el Padre deja claro que busca otra cosa, otro tipo de respuesta, otra manera de adhesión. A Dios le gustan los oídos abiertos y atentos. A Dios le encantan las personas que son capaces de escuchar, de escuchar los sonidos del mundo. ¿Qué hay que escuchar? Hay que saber escuchar los silencios, los gritos de muchos, la voz de Dios, los susurros del Espíritu, los lamentos del pobre, el alma del niño. Esto es realmente complicado. Educar el oído es una ardua tarea. No se consigue de hoy para mañana. No tengo el don de la escucha pero necesito ejercitarlo para llegar a lo máximo que pueda. Quien no es capaz de escuchar no es capaz de amar.

Puede pasarme la vida sacrificándome sin enterarme del nodo pero si escucho… ¡ay si escucho! Nunca más podré desembarazarme de lo escuchado.

Un abrazo fraterno