Quítate de mi vista, que me haces tropezar (Mt 16,13-23)
Todos tenemos experiencia de tropiezo. Una se hace propósitos, uno intenta ser consecuente y seguir a Jesús, pero ¡demasiadas veces nos quedamos en el intento! Hay personas, cosas, situaciones, ambientes, lecturas… que no nos hacen bien. Si nos acercamos, caemos. Y aún así, ¡cuántas veces dejamos que eso suceda!
En el conocidísimo pasaje de hoy del evangelio, hoy hago oración con la reacción de Jesús ante un Pedro que le quiere evitar (por cariño, sin duda) todo el sufrimiento que le va a suponer viajar a Jerusalén. Jesús identifica a Satanás, al mal, como el protagonista de esa tentación. Satanás se sirve de Pedro en esta ocasión y lo hace envuelto en una capa excelsa de humanidad. ¡Cómo dejar que el Maestro lo pase mal a manos de esos canallas!
Es buena identificar, como Jesús, aquello que nos enreda, aquello que nos hace tropezar. Para ello, hay que asumir que Satanás juega sus fichas en esta partida y que el mal siempre es astuto. Conoce nuestras debilidades y, la mayoría de las veces, nos hipnotiza «con buenas palabras», «con buena intenciones». Si le damos cancha, caemos.
Por eso hay que ser firmes como Jesús y gritar eso de «¡quítate de mi vista!». No vayamos de héroes ni de fuertes. Mejor evitemos aquello que nos perjudica y que saca la peor versión de nosotros mismos. Y viviremos más felices.
Un abrazo fraterno – @scasanovam