Evangelio para jóvenes – Domingo 32º del Tiempo Ordinario Ciclo C
Ha sido agotador estar esta semana en las redes sociales, escuchando y leyendo tantas críticas, tantos ataques, a los jóvenes de Hakuna que, en los pasados días, tuvieron un encuentro y una oración en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano. Yo no pertenezco a Hakuna aunque los sigo de cerca, como a muchos otros movimientos en la Iglesia. Es un movimiento joven que, fundamentalmente, combina la adoración al Santísimo, con el encuentro, la formación y la música. Son jóvenes y están alegres porque han descubierto al Dios de la Vida. Alguno querría que se adaptaran más a las formas, tiempos y sonidos del Dios de muertos en el que creen. Escuchemos el Evangelio [Lc 20,27-38]:
En aquel tiempo, se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y preguntaron a Jesús:
«Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y de descendencia a su hermano . Pues bien, había siete hermanos; el primero se casó y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron como mujer».
Jesús les dijo:
«En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección.
Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos».
Jesucristo, que murió en la cruz, supo enseñarnos de qué va esto de vivir, y de vivir para siempre. Jesucristo, que sintió el desgarro de la muerte, de la soledad, del abandono, del dolor y la traición, supo vivir hasta el final una vida plena, apasionante y apasionada, una vida entregada. Es esa vida la que no termina aquí. Esa es la vida que triunfa. Esa es la vida que nos sitúa cerca de Dios, a su lado, para siempre. ¡No me digas que no vale la pena! Nadie que ha vivido así… se ha arrepentido. Te dejo tres pistas hoy:
- «Un vida sin seguridades» – Siempre están ahí los que necesitan seguridad en su vida. ¡Seguridad necesitamos todos, claro que sí! Pero, ¿tanta? Hay personas que se escudan en la Ley, en lo de siempre, en su familia, en sus amigos, en su trabajo, en sus horarios, en la maneras que ha aprendido a hacer las cosas… Todo lo que se sitúe fuera de ese círculo es sentido como amenaza, como riesgo, como peligro. La vida que nos ofrece Jesucristo es una vida plena, pero exenta de tantas seguridades. Por eso es una vida llena de libertad, una vida por hacer, por escribir, una vida de amor, apasionante y apasionada. ¿Cómo lo llevas tú esto? ¿Qué sientes cuándo lo piensas? ¿Qué tipo de vida estás llevando? ¿Qué tipo de vida quieres llevar?
- «Una vida para siempre» – Jesucristo vivió una vida que no se agotó en la cruz. La tuya tampoco está llamada ni diseñada para terminarse en la muerte, en el dolor, en tus fracasos, en tus pérdidas, en tus soledades. Tu vida tiene vocación de eternidad. Cuanto más la gastes, cuanto más la entregues, cuanto más la regales… más «vida» atesoras. ¡Qué maravillosa paradoja esta! Por eso, vive, vive sin miedo, entrega lo que eres y lo que tienes, no tengas reparo. Confía y espera en que Dios te mantendrá vivo, viva, a su lado y que te regalará un corazón lleno de ternura y felicidad para vivir los días presentes y los futuros. ¿No te llena esto de alegría? ¡Qué descanso vivir así!
- «Una vida para ser vivida» – Dios ofrece. Dios propone. Dios invita. Dios espera. Tuya es la respuesta. Tu vida está en tus manos. Tú tienes que tomar las decisiones acerca de la vida que quieres vivir. La oferta no es sobre una vida etérea, fantasiosa, virtual, en el más allá… La vida que te propone Jesús es una vida que se concreta cada día, en tu jornada, en tu día a día, con las personas concretas con las que vives o a las que conoces. Apostar por Él requiere decir NO a algunas cosas, a algunas personas, a algunas propuestas. Es decir SÍ a otras. En tu mano está. Dios nunca obliga. ¡A por ello!
No está mal recordar todo esto tras el pasado día de Difuntos, en donde se nos viene encima el recuerdo de la herida provocada por la pérdida de muchos seres queridos. Podemos seguir viviendo. Estamos llamados a ello. El cielo está lleno de vivos que nos esperan y nos animan. Vivamos.
Un abrazo fraterno
Santi Casanova