Evangelio para jóvenes – Domingo de Ramos Ciclo A
Cierto es que las procesiones de Semana Santa trascienden la vida de fe. Muchas personas acuden atraídas por su belleza, por su estética, por tradición e, incluso, por una religiosidad popular que ahí se queda y que no tiene continuidad el resto del año. Pero ayer, cuando vi salir a Nuestro Padre Jesús de la Redención del convento de San Esteban, me convertí en comensal, durante unos instantes, alrededor de esa mesa de Pascua en la que se prepararon los momentos previos a la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Estamos en Domingo de Ramos y hoy toca escuchar el relato entero de esos hechos por boca de San Mateo [Mt 26,14-27,66]: pincha aquí.
Voy a intentar vivir este día con profundidad. Para eso, me voy a centrar en tres aspectos:
- «Llegada a Jerusalén» – Jesús va a Jerusalén para consumar su misión. Sabe lo que le espera. No es un ingenuo. Es consciente de que si sigue fiel a lo que el Padre le pide; si sigue firme en predicar el Reino de Dios; si sigue curando, dando vida y recuperando a ciegos, leprosos, enfermos, mujeres; si sigue coherente con toda una vida… morirá, acabará entregando la vida. Hoy me veo ahí, con Cristo, con miedo de lo que puede venir, con dudas de lo que debo hacer, con tensión de que la vida está en juego. Y quiero ser fiel, como Él, quiero seguir predicando el Reino, como Él, quiero seguir dando vida y curando corazones, como Él, quiero seguir coherente, como Él. ¿Cuál será el precio?
- «Enfrentamiento inevitable, soledad asegurada» – A mí, que me gustaría no enfrentarme con nadie y gustar a todo el mundo, me cuestiona mucho y me tensa mucho seguir los pasos de Jesús en su Pasión. Ver a Jesús entrar aclamado en Jerusalén y verle salir crucificado, camino del sepulcro, es algo difícil de aceptar. ¿Es el enfrentamiento inevitable cuando apuestas por el Reino, cuando apuestas por este Dios-Amor en el que creo? Y si es así… ¡Dios! ¡¿No hay otra manera?! ¿Por qué hay personas que se rebelen ante alguien que sólo quiere el bien de todos, que apuesta por construir? ¿Por qué el pecado es tan fuerte? ¿Hay algo que ayude a llevar ese olor a soledad que lo inunda todo?
- «Vivir con sentido» – Huele a misión. Huele a dolor. Huele a soledad. Huele a consumación. Huele a tragedia. Y, sin embargo, ¿no huele también a sentido? ¿No huele también a plenitud? Cuando llegan los momentos importantes de la vida, te juegas el sentido. Puede que para algunos esto no valga mucho pero… entonces… ¿para qué vivir? ¿Para qué todo esto? ¿Para qué todo lo que me ha traído aquí? ¿Para salir corriendo al final? ¿Para vivir sólo con bienestar pero sin horizonte? ¿Para traicionar al final todo lo que ha sido importante siempre? ¿Y no es la felicidad justamente vivir con sentido? ¿Se puede morir con sentido y ser feliz con ello? ¿Es este el preámbulo doloroso de la Resurrección final? ¿No es esa la promesa?
Entremos en Jerusalén.
Un abrazo fraterno
Santi Casanova