¿Dónde cae la semilla? (Marcos 4, 1-20)
Lo primero que me surge al orar este pasaje de Marcos es que el sembrador lanza su simiente a TODOS. No hay rincón, persona, lugar… que se quede fuera del alcance del sembrador. No es Él la causa de la falta de fruto, de cosecha… sino más bien la tierra y su estado, sus características.
Yo también soy sembrado. ¿Dónde cae esa semilla? ¿Está mi tierra lista para dar fruto, para germinar la Palabra? ¿Hay piedras, zarzas?
Sí, hay piedras y zarzas. Hay ruido. Hay zonas que hay que trabajar, limpiar, desbrozar. Trabajo de campesinos. Constante, diario, minucioso. Preparar la tierra no es para urbanitos de corbata que cotizan en bolsa sin mancharse las manos, que ganan millones descolgando un teléfono. Esto va de otra cosa. Hay que arrodillarse, mancharse, meter mano bien al fondo, remover, arar… A la tierra le duele ser limpiada. El dolor tal vez sea el primer paso. No hay abono que cuaje en tierra sucia no removida. Y luego abonar, regar, cuidar, vitaminar.
Día a día. No hay pausa. No hay descanso. Enseguida puede volver la zarza y el pájaro. ¡Qué difícil Señor! Dame la mano y juntos lo conseguiremos.
Un abrazo fraterno