La sabiduría que no dan los títulos – I Martes Adviento 2018 – (Lc 10,21-24)
Una cosa es estudiar mucho, sacar buenas notas, tener muchos títulos, ser muy culto y frecuentar museos, óperas y tertulias literarias y, otra bien distinta, es ser sabio, gozar de la sabiduría. En la Biblia, hay un libro exclusivo para ella y, curiosamente, habla de cositas bien cotidianas y pequeñas. Seguro que mi amigo y hermano José Fernando tendría mucho que decir y explicar sobre la sabiduría, sobre aquello que tantos hombres y mujeres a lo largo de la historia han deseado alcanzar y se han atrevido a definir. Pero la sabiduría del Evangelio es diferente y es para todos.
«Has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños»
La sabiduría de la pequeñez es la que nos propone Jesús y, sí, tiene que ver con Dios. Pero creo que no tanto a nivel teológico. No es algo reservado a estudiosos y licenciados. Es un horizonte para ti, para mí. Yo he conocido a algunos sabios y sabias en mi vida. Personas que, muy al contrario de lo que pudiera parecer, supieron afrontar su existencia desde el conocimiento de lo que es realmente importante. Un coach de hoy diría que sabio es aquel que saber vivir dando importancia a lo verdaderamente importante. Y para eso no hace falta ser ningún gurú. Simplemente hace falta tener el corazón bien abierto, la mirada afinada y el oído presto.
«¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis!»
Sabio es el que reconoce a Dios en su cotidianeidad. El que no espera milagros sino que los reconoce. El que espera salvación porque se sabe salvado. El que celebra el amor pequeño y frágil y, desde ahí, lo hace grande y eterno. El que mira al mundo con cariño y benignidad. El que juzga poco y procura entender y acercarse. El que descubre lo bello de las personas y no se rasga las vestiduras con sus errores. El que tiene las ideas claras pero no necesita imponerlas con el discurso, pues su vida es suficientemente potente en cuanto a testimonio de lo que cree.
Ojalá este tiempo de Adviento nos sumerja en la sabiduría de Dios. Sólo desde ahí contemplaremos el misterio de Nochebuena con esperanza.
Un abrazo fraterno – @scasanovam