¿Dónde están? (Lc 17, 11-19)
Sólo volvió el extranjero. ¡Qué fuerte!
Estoy seguro que ese samaritano no estaba bien visto por las autoridades ni por los creyentes de a pie. Era un poquito renegado y lo consideraban el ejemplo de todo aquello que se separaba de Dios, de todo aquello de lo que Dios se escandalizaba. Ese extranjero necesitaba a Jesús y no sabemos si se dejó llevar o si era plenamente consciente de lo que hacía cuando se dirigió a él la primera vez pidiéndole curación. Lo que sí sabemos es que fue el único que VIO, el único que ENTENDIÓ, el único que ACEPTÓ que Jesús le había curado.
No sé dónde estarían los otros pero tal vez contándole a otros lo que habían hecho para curarse, que tampoco era para tanto, etc.
«¡Ay de aquellos que se glorían de ver!» dice Jesús en algún momento. Este samaritano nos acaba de desvelar un secreto muy valioso: consciencia y sinceridad para saberse enfermo, esperanza para creer que uno se puede curar, pasión para lanzarse a los brazos de Jesús y humildad para reconocer en Él el camino de salvación y cambio.
Un abrazo fraterno