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Evangelio para jóvenes – #Cuaresma2024 – Jueves después de Ceniza

Entonces decía a todos:
«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se arruina a sí mismo?».
Lc 9, 22-25

Todos tenemos una cruz que cargar. Tú también la tienes. Es lo que toca vivir, la enfermedad que toca soportar, la familia con la que te toca convivir, tu propio carácter, las cosas que te arrastran contra las que no tienes fuerzas, las consecuencias de apostar por vivir en cristiano en un mundo sin fe… ¡Tú sabrás! Se puede mirar a otro lado, hacer como que no existe, pero la cruz está y pesa.

Jesucristo la abrazó. No se giró y se dio la vuelta. ¿La quería? Seguramente no. Pero sabía que era el único camino posible para mantenerse fiel a sí mismo y al Padre. ¿Y tú? ¡Cuántas veces optas por perderte a ti mismo, a ti misma, con tal de intentar sufrir menos, divertirte más, hacer como que tocas la felicidad, sentir algo de cariño!

A veces la cruz se cruza en tu camino. Lo que está en juego es la fidelidad. Y Dios te anima a permanecer. Él está contigo.

Dios lo puede todo (Mt 19,23-30)

Hay horas, días, etapas, momentos históricos, en los que cuesta mantener la esperanza. La avalancha de negligencias, maldades, violencias, catástrofes e injusticias es tal que uno querría meterse en alguna cueva y no salir hasta que todo hubiera escampado. La tentación de aislarse está ahí. Es la tentación de no asumir el dolor del mundo, el grito desgarrado de una humanidad que sufre.

Ciertamente no todas las épocas son iguales pero no menos cierto es que siempre ha existido una humanidad sufriente que sólo puede aspirar a las migajas del bienestar de la pequeña parte que parece controlarlo todo, con tal de que no le quiten la hamaca y el entretenimiento.

Son días en los que cuesta mirar al cielo, en los que es más necesario que nunca interpelar a Dios y pedirle que pare esto, que cambie corazones, que insufle vida y que nos libre de tanto mal.

Hoy la Palabra nos trae unas palabras de Jesús que es a lo único a lo que nos podemos agarrar: DIOS LO PUEDE TODO. Aquello que a nosotros nos parece imposible, aquello que a nosotros nos parece inabordable, aquello que a nosotros nos parece que no tiene solución, aquello que parece estar ya muerto para siempre… Dios puede darle la vuelta. Él puede. Lo hizo en Egipto, lo hizo en Betania, lo hizo con la hija de Jairo, lo hizo, en definitiva, con su propia muerte.

Recemos. Pidamos. Confiemos. Dios lo puede todo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

María, la alegre dolorosa

En la Eucaristía de hoy, el sacerdote, en su homilía, incidía en cómo al hablar de María siempre resaltábamos más la alabanza, la admiración, el hecho de haber sido elegida, su respuesta, su disponibilidad… pero pocas veces nos sentamos a meditar sobre el sufrimiento de su vida, no sólo al pie de la Cruz.

María es una madre que sufre desde el primer momento de su SÍ. Es la dolorosa desde que no duda y acepta ser la Madre del Señor. El sufrimiento que le comporta estar embarazada sin estar ya viviendo con José, el sufrimiento del hijo que se pierde, el sufrimiento de quedarse sola sin su esposo, el sufrimiento de la marcha del hijo, el sufrimiento del prendimiento, del calvario, de la muerte…

Pero es verdad que María nos enseña cómo llevar ese dolor y cómo ponerlo en manos del Señor, confiando plenamente en Él. Su confianza, su disponibilidad, su fidelidad… le proporcionan, a su vez, una alegría contagiosa, difícil de alcanzar en medio de lo terrible cuando sólo existe la oscuridad. María no es una dolorosa a oscuras. María es una antorcha refulgente en medio de la noche. Mirémosla, hablémosle y pidamos para nosotros seguir sus pasos.

Un abrazo fraterno

Acción de gracias llena de dolor #mioracióndehoy

Leo las lecturas de hoy y veo que el Señor trae lo importante a escena en esta vuelta de verano. He seguido, y lo sigo haciendo, con inquietud, preocupación y dolor las noticias que llegan de Irak. No es el único lugar donde suceden estas atrocidades, limpieza étnica y religiosa, Tal vez su posición en el tablero geopolítico y su protagonismo en los últimos años, hacen de Irak un objetivo de los medios de comunicación. Lo cierto es que hay lugares de África, como República Centroafricana o Nigeria, donde estos actos vienen siendo constantes. Parece que África no consigue entrar en los periódicos si no es por un mundial de fútbol o la «primavera árabe» de los países más «occidentalizados».

La carta a los Tesalonicenses es una llamada a mirar a estos hermanos nuestros, perseguidos y masacrados, y dar gracias a Dios por ellos. Es su fe la que hoy nos sostiene a todos. Es su sacrificio el que alimenta la Iglesia de hoy y de mañana. Como dice la Palabra «es deber nuestro dar gracias».

Un sentimiento difícil de manejar presento hoy ante el Padre. ¡Me resulta tan fácil dar gracias por estos hermanos mirando su martirio desde lejos! ¡Me parece hasta inhumano, hasta frívolo! Ver cómo mueren, cómo acaban con sus vidas… y luego dar gracias en mi oración, sin más… me cuesta tragarlo Padre. ¡¿Dónde estás?! ¡¿Por qué no acudes al auxilio de estos hijos tuyos?! ¡¿Es necesario todo este sufrimiento?! A la par me siento un privilegiado, alguien que no puede albergar la queja en su boca ni en su corazón. Como padre, además, siento que dar gracias a Dios cada mañana es de los mejores legados que puedo dejarles a mis hijos.

Se acaba el verano y todo vuelve a su cauce, al menos para algunos. Otros hermanos simplemente miran al cielo y luchan por sobrevivir un día más…

Un abrazo fraterno

Obreros avergonzados (Mateo 9, 32-38)

Extenuadas y abandonadas. Así se encontraba Jesús a muchas personas, hombres y mujeres, con las que se cruzaba en los caminos o al entrar en pueblos y aldeas. Así nos las encontramos también hoy, a poco que abramos un poco los ojos. Ayer, el Papa Francisco, nos lo recordó en Lampedusa.

silueta-de-trabajadores-de-la-construccion-en-andamio-trabajando-bajo-un-ardiente-solEste Evangelio de los obreros y la mies ha sido casi siempre utilizado interpretándolo como una petición de vocaciones sacerdotales o religiosas y está claro que son tremendamente necesarias e insustituibles. Pero yo creo que podemos leer este Evangelio de manera más amplia: es una llamada a que, como cristianos, demos respuesta a toda esa gente, extenuada y abandonada. ¿Qué respuesta? Pues justamente lo contrario: descanso y alimento, compañía y hogar. Todo eso estamos llamados a ser.

Que el Señor me permita ser descanso. Que aquél que se encuentre conmigo pueda reposar sobre mi, dejarse caer sobre mi. Que pueda yo proporcionar alimento material y espiritual, hablarle de Dios de manera que su vida empiece a ser sostenida por Otro, que sus ojos empiecen a mirar al horizonte con esperanza.

Que el Señor me permita ser refugio, mano tendida, compañero y hermano de todo aquel que ha sido abandonado por todos los demás. Hermano del anciano, del niño, del pobre, del enfermo, del molesto, del distinto, del que no sabe lo que es ser amado por alguien. Que mi presencia le acerque a Cristo y que, en mi abrazo, encuentre el abrazo del Dios que lo ama más.

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Yo quiero ser obrero, curtir mi piel al aire, abrasarme bajo el sol implacable, ser parte de la construcción del Reino de Dios y del Cuerpo de Cristo.

Un abrazo fraterno

Yo, el Señor, les responderé (Isaías 41, 13-20)

Los pobres y los indigentes buscan agua… y no la hay. Hoy.

Este Adviento está removiendo en mi la necesidad de esa nueva evangelización a la que nos han llamado el Papa y los obispos a todos los cristianos. Me está removiendo las entrañas. Me siento profundamente llamado a ser, más que nunca, Buena Noticia. Y la lectura de Isaías de hoy, como el Evangelio de ayer, me invita a acoger esa Buena Noticia, esa promesa de Dios de ser alivio, descanso, protección, amor para los más pobres, desvalidos, indigentes, desesperados, solos, despreciados…

A veces compruebo en internet la multitud de páginas católicas que existen, multitud de portales. Y muchas veces, demasiadas creo yo, su contenido es hacia dentro y, es más, con un objetivo continuo de debate, discusión, crispación… NO VALE PARA NADA. Estoy harto de ver a unos y a otros hablar de si las declaraciones de tal jesuita, de la postura del obispo no sé quién, de la iglesia catalana, de la monja de turno que ha dicho no sé cuanto… Me cansa. Me produce hartazgo. Y, a veces, vergüenza y una gran desazón.

El Señor me llama a ir a los desamparados de mi barrio, a los desesperanzados, a los parados, a los deshauciados, a las familias con problemas, a los que sufren… y decirles lo que hoy dice el Señor por boca de Isaías: «Alumbraré ríos en cumbres peladas; en medio de las vaguadas, manantiales; transformaré el desierto en estanque y el yermo en fuentes de agua; pondré en el desierto cedros, y acacias, y mirtos, y olivos; plantaré en la estepa cipreses, y olmos y alerces, juntos.» Decirles que el Señor los ama, que les quiere, que los cuida, que los apoya, que pongan en Él su mirada, que no les defraudará… URGE SER BUENA NOTICIA.

Un abrazo fraterno

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Cansados y agobiados (Mateo 11,28-30)

niñosufriendoHoy el Papa (@Pontifex) ha lanzado en Twitter su primer tuit. Ha sido un mensaje lleno de afecto, cercanía y alegría con el que, además, nos ha bendecido a todos.

Me parece que tiene relación con el Evangelio de hoy. El mundo está lleno de «cansados» y «agobiados». Cada vez más. Cada vez más pobreza, más crisis, más necesidades básicas sin cubrir, más sufrimiento… También en la red, lugar donde millones de personas se hacen presentes, se plasma este sufrir del mundo. Y el Papa quiere estar ahí para, de alguna manera, pronunciar también esas palabras de Jesús y ser una luz de esperanza para todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Este sufrimiento, sin sentido en tantos casos, sólo puede ser sobrellevado desde Jesús. Él es nuestro reposo en los peores momentos. No porque nos resuelva los problemas o nos elimine el sufrimiento sino porque nos ama, sufre con nosotros y, además, nos ha enseñado que, después, siempre nos espera al final del camino.

Un abrazo fraterno

Ya no habrá más noche (Apocalipsis 22, 1-7)

Apocalipsis-22-Rio-de-vidaEs, sin duda, un pasaje bonito éste del Apocalipsis. No conozco demasiado este libro y, normalmente, no me suele decir nada. Hoy no es así. Me habla de otra vida, de otra etapa, de otro mundo… Me habla de un lugar donde la luz reinará, donde estaré cerca de Dios, donde ya no habrá sufrimiento ni tinieblas.

Ésta es la promesa a las puertas del Adviento.

Mañana comenzará mi tiempo litúrgico favorito. Tengo ya ganas.

Nada me falta (Salmo 22)

En semanas como ésta pasada en la que todo se complica sobremanera es bueno recordar, pese a que a uno no le salga espontáneamente, que Dios nos cuida. Cuidarnos no es evitarnos complicaciones y sufrimientos sino más bien caminar junto a nosotros y susurrarnos al oído que… no pasa nada. Que sí, que hay cansancio, dolor, desgracias… pero Él está siempre.

Su amor es garantía de que nada me falta, de que hay Alguien que está pendiente de mi. Y eso, hoy, me sirve. Me sosiega. Un poquito. Gracias

Un abrazo fraterno

¿Por qué nos escondes tu rostro y olvidas nuestra desgracia ? (Sal 43)

La primera lectura de hoy nos habla de un pueblo derrotado, machacado incluso tras parapetarse tras el arca sagrada. Un pueblo que clama antes el silencio del Señor.

Hoy veo las imágenes del terrible terremoto de Haití y también descubro un silencio de Dios duro de tragar. ¿Por qué? ¿Por qué a los más pobres? ¿Por qué esa desgracia? ¿Por qué esa brutalidad? Los aviones de ayuda no pueden aterrizar, el caos es total, las epidemias empiezan a campar a sus anchas, los cadáveres se amontonan y la ciudad se ha venido literalmente abajo. Padre… ¿por qué? ¿Por qué ese sufrimiento tan terrible? ¿Por qué siempre a los mismos?

Hoy toca tragar saliva y confiar, aunque no se entienda nada.

Un abrazo fraterno