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Evangelio para jóvenes – #Cuaresma2024 – Domingo 1º Ciclo B

Con esto del cambio climático, vamos entendiendo mejor lo que significa que la sequía llegue a nuestras vidas, que la desertización acabe con nuestros campos y nuestros bosques, que el calor nos asfixie y acabe con los más vulnerables. El desierto es pobreza, hambre, muerte. Por eso cuando leemos el evangelio de hoy debemos de intentar entender qué es el desierto para una vida como la de Jesús, como la tuya o la mía. Lee Mc 1,12-15:

En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.
Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»

Dios no es desierto. Dios no es tentación. Pero sí parece que, al menos, permite que Jesús se enfrente a ese vacío, a esa soledad, a ese silencio. Tú y yo, lo mismo. Si no llegado, llegará. El desierto es un paraje que toda vida atraviesa. Lo atraviesa tu matrimonio, lo atraviesa tu ser sacerdote, lo atraviesa tu fe, lo atraviesa tu realidad laboral, lo atraviesa tu amistad con éste o aquél, lo atraviesas tú mismo, sin más… Es el momento en el que pierdes referencias, el momento en el que te sientes perdida y agotada, es el momento en el que te sientes solo, es el momento en el que te sientes desprotegido, a la intemperie, es el momento en el que no encuentras sentido a mucho de lo que te ha tocado vivir. Tres pistas para hoy:

  • «Hay que prepararse» – 40 días duró el diluvio con Noé. 40 años vagó el pueblo de Israel por el desierto. 40 días estuvo Jesús solo, siendo tentado. 40 parece significar algo: cambio, purificación, conversión… sobre todo en lo que se refiere a la relación con Dios. Difícilmente lo vemos así cuando nos toca vivirlo. Querríamos evitarlo a toda costa pero posiblemente, si miramos atrás, podremos comprobar que esas épocas de dificultad han sacado de nosotros aspectos que ni imaginábamos. La prueba que permite Dios no es para hundirte sino para pulirte.
  • «La tentación» – Normalmente llega en los momentos de desolación. Cuanto más solos nos sentimos, cuanto más abandonados por Dios, cuanto más fracasados, culpables, hambrientos y vencidos estamos. Porque la tentación busca justificación. Porque el tentador tiene que tener algo que ofrecer cuanto más desesperado estás, cuanta mayor es tu desconfianza. Y te va a buscar allí donde eres más débil. Aprender a reconocer la tentación es importante: saber distinguir la voz de aquel que pretende hacerte creer que no estás a la altura, que eres digno, que Dios no te merece.
  • «El Reino está cerca» – Dios no quiere que te conviertas para amarte. Dios ya te ama. Con todo. Sin reproches. Convertirse es justamente darse cuenta de este amor y responder. ¿Tú eres consciente de lo mucho que te quiere Dios? En esta pregunta te juegas toda tu Cuaresma, tu vida.

Comienza la primera semana de Cuaresma. Todo te lo juegas en el amor. Tal vez tu mayor propósito cuaresmal es intentar descubrir los gestos de Dios contigo, las huellas de su cariño, las caricias cotidianas. Esto es lo único que transformará tu existencia. Saberte amado, saberte amada. No andamos sobrados en el amor, ni tú ni yo. A por ello.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

 

Evangelio para jóvenes – Domingo 1º de Cuaresma Ciclo A

Ha comenzado la #Cuaresma. El pasado miércoles, bajo la ceniza, me propuse hacer oración diaria en este tiempo de preparación, aprovechar estos días para mirar mi corazón y ponerlo delante de Dios con el objetivo de que lo purifique. Mucho ha cambiado desde que yo era niño y mi madre era capaz de generar un ambiente diferente en casa. Por supuesto, llevábamos a rajatabla lo de no comer carne los viernes, veíamos alguna película religiosa juntos en la tele, rezábamos más… Un ambiente contenido y sobrio que me ayudó a entender que la vida va en serio, que no es un jolgorio continuo y que, en algún momento, llegarían días que lo cambiarían todo. Aún así, la tentación de tirar hacia delante sin más siempre está ahí. Escuchemos el Evangelio de hoy [Mt 4, 1-11]:

En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre.
El tentador se le acercó y le dijo:
«Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes».
Pero él le contestó:
«Está escrito: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”».
Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo y le dijo:
«Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”».
Jesús le dijo:
«También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”».
De nuevo el diablo lo llevó a un monte altísimo y le mostró los
reinos del mundo y su gloria, y le dijo:
«Todo esto te daré, si te postras y me adoras».
Entonces le dijo Jesús:
«Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”».
Entonces lo dejó el diablo, y he aquí que se acercaron los ángeles y lo servían.

Tal vez te des cuenta de que todo lo que la Cuaresma implica, no está de moda. ¿Ayunar? ¿Rezar? ¿Dar limosna? ¿Reflexionar? ¿Parar? ¿Hacer silencio? ¿Bajar la cabeza? ¿Tomar conciencia del mal que te rodea? Te dirán que es una pérdida de tiempo o, peor aún, te lo vestirán de ideología y te harán creer que son prácticas destinadas a someterte y a cercenar derechos y libertades. Pero tú sabes bien que la vida, aunque te gustaría, no es una fiesta continua. Sabes bien que, más bien al contrario, a veces buscas la fiesta para olvidar que hay dolor, frustración, enfermedad, traición, guerra…Y es cierto: no es fácil asumir y vivir la parte más «fea» de la vida. Pero ahí está: toca parar, recordar quién eres, quién te sostiene y a qué estás llamado, llamada. Te dejo tres pistas para hoy:

  • «El desierto» – ¿Conoces la sensación de sentirte solo, sola? ¿Conoces la sensación de estar atravesando una etapa difícil en tu vida, árida? ¿Conoces la sensación de haber perdido la ilusión? ¿Conoces la sensación de haber perdido las referencias y no saber muy bien por donde tirar? ¿Conoces la sensación de las emociones extremas? ¿Conoces la sensación de estar agotado, hambriento de paz y felicidad? Ese es el desierto. Un lugar vital que siempre llega, antes y después, y en el que siempre pasan cosas. Porque cuando nos sentimos débiles, frágiles, perdidos y solos… las tentaciones acechan y aparecen. Jesús lo afrontó con fe. Pide fe para afrontar tu desierto. No estás solo, no estás sola. Pide fe y resiste. Estás en manos de Dios.
  • «La tentación» – Todos somos tentados. Porque todos somos frágiles. El diablo conoce tus puntos débiles. Sabe por donde asomar la cabeza y hacerte dudar. Jesús lo reconoce y le llama por su nombre: Satanás. Jesús se da cuenta de que todas las dudas que le asaltan no vienen de él, de su corazón, Él no es así. Vienen de fuera. ¡Qué importante es que reconozcas los momentos en que serás tentado, tentada! ¡Qué importante es que sepas que estás siendo atacado, probada! ¡Qué importante es reconocer los enredos y saber no dejar enredarse! Una tentación siempre es atractiva y razonable. Siempre. Pero ni brota del amor, ni genera amor. No te deja buen sabor de boca. Te hunde más en el abismo del desierto.
  • «¿Y Dios?» –  La mayor tentación que vas a tener siempre es Dios mismo. Lo vas a cuestionar, te vas a olvida de Él, lo vas a convertir en el origen de tus males o, como mínimo, lo vas a acusar de tomar partido. Vas a querer que sea un Dios a tu medida, que actúe cuando tú quieras que  actúe, que calle cuando tú quieras que calle. Vas a querer un Dios justiciero con quién te haga daño y un Dios comprensivo con el pecado que tú cometas. Vas a querer que hable cuando lo necesites y vas a maldecir sus silencios cuando estés perdido. Vas a soñar con un Dios espectáculo, influencer y mediático… y vas a girar la cabeza cuando lo veas ultrajado, golpeado, crucificado, empobrecido, sometido e incapaz. Esas tentaciones llegarán. ¿Y entonces qué?

Ojalá la Cuaresma sea un tiempo importante para ti. Ojalá te acerque a Dios y te permita preparar tu corazón para afrontar la Semana Santa y la Pascua con verdad. Ojalá veas tu vida en el espejo estos días, la confrontes y la abraces. Ojalá ayunes, ores y des limosna. Ojalá afrontes los desiertos que te preparan para la cruz. Ojalá no te engañes.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

 

Evangelio para jóvenes – Domingo 6º del Tiempo Ordinario Ciclo A

El verbo «obedecer» está pasado de moda. Y el verbo «cumplir» también. Suenan feo. Suenan a hipocresía, a que estás siendo infiel a ti mismo, a ti misma. Ahora se lleva el amor a uno mismo, el quererse a uno mismo. Ya lo ha dicho Shakira en su canción y nos lo ha recordado Miley Cirus en la suya. Ciertamente, el trasfondo es irreprochable: soy valioso, valiosa, y no debo permitir que nadie me trate como una piltrafa, me hiera, me falte el respeto, juegue conmigo. Pero cuidado con la conclusión: vivir como si sólo existiera yo, como si no necesitara a nadie, como si no hubiera un Otro al que amar y al que dejar que me ame… puede llevarme a una perdición igual de dolorosa. Escuchemos el Evangelio de hoy [Mt 5, 17-37]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.
Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio.
Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehenna” del fuego.
Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo.
Habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”.
Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”.
Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.
Se dijo: “El que repudie a su mujer, que le dé acta de repudio”. Pero yo os digo que si uno repudia a su mujer —no hablo de unión ilegítima— la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
También habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”.
Pero yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno».

Jesús nos remite a la Ley. Porque hay Ley. Hay principios. Hay mandamientos. Son normas que, como en toda sociedad, regulan lo necesario para estar a buenas con Dios, con el prójimo y conmigo mismo. La norma no es un invento para esclavos sino un camino de libertad para aquellos que aspiramos a ser felices. ¿Tú cómo lo ves? ¿Sientes los mandamientos, las normas… como una losa? ¿Tienes una percepción negativa sobre ellos? Entonces… ¿de qué se trata? ¿De que tú seas el que marca la frontera entre el bien y el mal, de qué nadie te marque el camino? No sé si es la mejor opción. Piénsalo. Te dejo tres pistas más:

  • «Pero yo os digo…» – ¡Qué frontera tan fina entre ser escrupuloso con la «letra» de la ley, olvidando su espíritu, y aligerar demasiado su sentido para acabar adaptándola a lo que nos conviene! ¡Qué importante es discernir! El Evangelio de de hoy está lleno de ejemplos de Jesús acerca de normas concretas y de la plenitud del amor que debe garantizar cada una de ellas. La plenitud de toda norma es el amor pero… ¡qué fácil es que tú y yo nos equivoquemos en esto! Solemos «amar» a nuestra manera y con eso nos quedamos tranquilos. Equilibrio. La norma también está para ayudarte a amar mejor. Piénsalo. No es cumplir por cumplir, por miedo; es cumplir por amar.
  • «Reconcíliate con tu hermano» – Déjate de rollos. Difícil amar a Dios estando a malas con tu hermano, con tu vecino, con tu madre, con tu amigo, con tu pareja, con tu jefe, con tu hermano de comunidad… ¡Tienes un sacramento que es maravilla a tu disposición! Vete, busca un sacerdote, ponte de rodillas y pide perdón. El perdón es de justicia y, también, repara tu herida, sana tu corazón, ilumina con la gracia aquello que has dejado pudrir. No esperes ni un minuto más. ¡Y que la penitencia sea buscar a aquellos a los que has dañado para abrazarlos, volverlos a sentir hermanos, volver a tender puentes con ellos!
  • «Si te induce a pecar…» – Tentaciones. Siempre están ahí. Eres débil, frágil, lleno de agujeros y de fugas. Y tiran de ti, te hacen propicia para volver a apostar por aquello que te hace mal, que hace mal a otros, que ofende al Señor. Situaciones, personas, lugares… que te ponen en bandeja un placer momentáneo, un calmante instantáneo a tu sed de amor, pero que luego… te dejan vacío, vacía. Ponles nombre, conócelas, reconócelas… e intenta evitarlas, gírales tu rostro. Y si flaqueas, pide ayuda a Tu Madre, a tu Padre, al Espíritu que te acompaña siempre. Y si caes, levántate, vuelve a casa y a seguir intentándolo. El amor siempre vence.

Ojalá la semana que comienza traiga a tu vida una buena dosis de perdón, de amor, de plenitud. Tienes ganas de ser mejor, lo sé. Tienes ganas de ser feliz, lo sé. Tienes ganas de Dios, aunque a veces no lo sientas, no lo veas, no lo entiendas. Ama y déjate amar. Y la paz irá llegando. Y la luz.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 22º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Hay personas humildes y otras que necesitamos ser humillados para aprender a serlo. Yo siempre he pensado que soy de los segundos. Demasiado protagonismo, demasiado liderazgo, demasiada voz, demasiada opinión, demasiadas cosas demasiadas veces… Me cuesta estar en segundo plano, callado, a un lado… No es muy bueno esto que digo sobre mí pero… es lo que hay. Y no he encontrado otra manera de aprender a abajarme que siendo abajado. Pero leamos el evangelio de hoy [Lc 14,1.7-14]:

En sábado, Jesús entró en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola:
«Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga:
“Cédele el puesto a este”.
Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga:
“Amigo, sube más arriba”.
Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido».
Y dijo al que lo había invitado:
«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos».

Desde que conocí las «Letanías de la Humildad«, escritas por el cardenal Merry del Val, las utilizo muchas veces en mi oración. Me sobrecogen, me interpelan, me tocan el corazón por su dureza y su claridad. Con ellas, le he pedido a Dios muchas veces que me enseñe a ser humilde, que me ayude a saberme más pequeño. Leyendo la Palabra de hoy, me resuenan tres cositas que te comento:

  • «La falsa humildad» – Me parece muy bonito en el Evangelio cuando Jesús comenta que llegará el momento en que alguien te «lleve más arriba», te impulse hacia adelante. La humildad, que es una virtud, puede ser el disfraz perfecto para una de las tentaciones preferidas con las que el Mal suele tenderte trampas: esa convicción tuya de que eres poca cosa, de que no sirves, de que no te mereces nada, de que tu lugar siempre es el último… ¡Cuidado con eso! No vaya a ser que juegues a ser humilde y estés dejando de escuchar a Aquel que te ha llenado de dones y te anima a ponerlos en práctica.
  • «La vida a veces en activa… a veces en pasiva…» – En este mundo que nos toca vivir a ti y a mí, estamos convencidos de que somos los protagonistas absolutos de nuestras vidas, de nuestras propias historias. Tendemos a pensar que hacemos lo que queremos hacer, que somos lo que queremos ser, que vamos adonde queremos ir… y que todo lo que no sea así, es malo, dañino, nos somete y nos quita libertad. Somos un «selfie» con patas. Pero ese juego de voz activa y pasiva de Jesús es, hoy, muy rompedor y contracultural: porque a veces decidirás tú ir pero otras veces serás llevado, porque a veces decidirás tú humillarte pero otras veces serás humillado, porque unas veces tú decidirás amar pero… también tendrás que aceptar que eres amado. Piénsalo.
  • «Las invitaciones» – ¿Recuerdas cuando en el cole no dejaban repartir las invitaciones de cumpleaños en clase para que nadie se sintiera mal al no estar invitado? Jesús hoy te propone algo completamente diferente: invitar a aquellos a los que nadie invita. ¿Cómo traducir esto? Pues que lo mejor que tienes, tus dones, tu tiempo, tus capacidades, lo que te ha sido dado… lo pongas al servicio de aquellos que no tendrán la oportunidad de devolvértelo. ¿Por qué? Será una buena pista para saber si tus acciones, tus intenciones… son puras o interesadas. No es fácil eh. ¡Qué fácil es engañarse! Es un discernimiento de todos los días, de cada hora. Anímate. Sí. Anímate. Ahí afuera hay personas que nunca son invitadas a ninguna «fiesta», a las cosas buenas de la vida, a los momentos intensos que lo cambian todo, a los minutos dedicados en exclusiva, a las sonrisas sinceras, a un abrazo agradecido, a una mano para caminar juntos…

El próximo domingo ya será el primero de septiembre. Yo estaré en Madrid, intentando compartir con un puñado de hermanos en la fe, a qué puedo «invitar» y a «quiénes» en este curso que comienza. Y también a estar atento porque, de la misma manera que yo invito, seguramente también seré invitado…

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 1º de Cuaresma Ciclo C

Ganas de abandonar. Eso es lo que siento yo muchas veces cuando el cansancio del camino y la incomprensión de algunas personas, me llenan el corazón de desesperanza. Es lo que siento cuando no veo llegar frutos en mi trabajo. Es lo que siento cuando creo que no se valora lo que hago. Es lo que siento cuando me rebelo ante la lentitud con la que se afrontan ciertos cambios. Es lo que siento cuando el silencio de Dios es denso y la niebla no acaba de despejar. Resumiendo: soy tentado a dejar de ser lo que soy, a dejar de hacer aquello para lo que se me ha llamado. Más o menos, lo que cuenta el evangelista Lucas en la Palabra de hoy: Lc [4, 1-13].

En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo.
Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre.

Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.»
Jesús le contestó: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre».

Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mi, todo será tuyo.»
Jesús le contestó: «Está escrito: Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto».

Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de ti», y también: «Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras».
Jesús le contestó: Está mandado: «No tentarás al Señor, tu Dios».

Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.

¿Qué es eso de Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto? ¿Tienen que ver estos cuarenta días de Jesús con los cuarenta años que pasó Israel en el desierto antes de entrar en la tierra prometida? ¿Qué se le perdió a Jesús en el desierto? ¿Y qué pinta el Mal tentando al Hijo de Dios? ¿Tiene esto algo que ver contigo, con tu vida? Tres ideas:

  • «Ir y ser llevado» – Muchas veces he tenido la experiencia, y seguro que tú también, de estar en el lugar exacto, en el momento justo. Muchos le llaman casualidad y otros hablan del destino. Yo soy de los que creen que, aún siendo completamente libre, Dios, a través del Espíritu, también, de vez en cuando, me empuja, me lleva, me habla, me toca. ¿Cuál es el mérito aquí? No oponer resistencia. ¿Quiero esto decir que debes dejar todo a la buena de Dios, que no debes tomar decisiones ni esforzarte por nada? ¡Dios dirá! No, no, no se trata de eso. Se trata de que vivas y tomes tus decisiones, y hagas tus opciones en los estudios, el trabajo, con las amistades, la pareja, la familia… pero que, a la vez, seas consciente de que es maravilloso saber que tu vida, en definitiva, está en manos de Dios y que Él te lleva. ¿Te da esto miedo? ¿Miedo a qué? Dios no te va a llevar allí donde seas menos. Dios siempre te va a llevar allí donde tu corazón encuentre paz y plenitud de la buena. Así que ya sabes… en tu oración diaria no sobra un breve, pero certero: «Señor, aquí estoy. Llévame donde tú quieras.«
  • «El Mal» – Yo creo en el Mal, creo en el demonio. Para muchas personas esto es un cuento chino pero yo, siguiendo la tradición de la Iglesia, fundada en la Palabra de Dios, creo que el demonio existe y que su empeño fundamental es apartarnos del Reino que Jesús vino a ofrecernos. Al demonio le va bien cuando a Dios le va mal. Al demonio le va mal cuanto más cerca te encuentres de Dios. Así que tienes que estar ojo avizor pero no tener miedo: si lo estás haciendo bien, si estás luchando por ser buena persona, si tus decisiones tienen a Dios en medio, si apuestas por el amor… el Mal vendrá a tocarte las narices. Llegarán las dudas, el miedo, la enfermedad, las circunstancias adversas, la soledad, las pasiones… te buscará allí donde sabe que eres débil y, posiblemente, aparecerá disfrazado de «argumento razonable», de «sensatez mundana», de «plan atrayente». Si el demonio generara rechazo, todos lo rechazaríamos. ¿Qué tiene, entonces, que nos cautiva? ¿Qué hace entonces, que nos engaña? Lo mejor, aún así, es saber que el Bien, que Dios, tiene al demonio sometido, vencido. Así que la victoria final está asegurada. Pero cuidado… no te estropee demasiado mientras…
  • «La tentación» – Mis tentaciones más fuertes siempre han aparecido en los tiempos de grandes decisiones: antes de casarme, en los años difíciles de la crianza de los hijos, antes de irme a vivir a Madrid, en el momento de entrar en la Fraternidad escolapia, en los años primeros de nuestra vida comunitaria en Salamanca… La vida está llena de tentaciones, de pequeñas tentaciones. Pero también, en los momentos clave, de grandes tentaciones: la tentación de dejar de ser quién eres, la tentación de pensar que no vas a ser capaz de tomar tu vida entre tus manos, la tentación de echarte las culpas y regodearte en todo lo que haces mal, la tentación de desfallecer ante los objetivos no alcanzados, la tentación de abandonar el camino elegido cuando llegan las dificultades, la tentación de dejar a Dios de lado por una vida placentera, la tentación de manipular a Dios para que se pliegue a mis deseos… ¡Grandes tentaciones! La tentación de que te olvides de quién eres: Hijo de Dios, Hija de Dios. Eso es lo más grande. No lo olvides. Toda misión trae sus tentaciones. Toda misión trae su desierto. Toda misión requiere de su silencio.

Allí donde la tentación se te haga patente, allí donde te flaqueen las fuerzas y estés a punto de perder la partida… allí es también lugar privilegiado de encuentro con un Dios que está siempre contigo, que no te deja, que no te abandona, que te sostiene, que te da fuerzas para seguir… Así que, sin miedo, adelante. Afronta lo que venga, desiertos, praderas, huertos y mareas. Si tu corazón está con Dios, el Mal nunca prevalecerá.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

La fe de los demonios (Lc 4,38-44)

Comienza septiembre y el evangelio nos trae un episodio curioso en el que podemos comprobar la fe de los demonios. El Mal sabe perfectamente con quién se está jugando los cuartos. El Mal conoce a Dios, lo reconoce. Podría decirse que el Mal tiene más fe que nosotros mismos. Ciertamente no es una fe que implique seguimiento, pero sí afirmación.

Jesús calla a los demonios porque, en estos momentos, pueden ser trampa para el resto de personas que ven en Jesús a alguien a quién merece la pena seguir, a alguien que derrocha vida, a alguien que viene de parte de Dios aunque no sabrían decir si es Dios mismo.

Nosotros también nos enredamos a veces. Los mismos demonios le ponen zancadillas a nuestra fe, a veces por defecto y, a veces, aunque parezca mentira, por exceso. El mismo Jesús sabe que el rival es de altura y, por eso, busca continuamente la oración y el encuentro con su Padre. Jesús vence al Mal pero no lo infravalora, actúa contundentemente contra Él y «le hace callar» porque la palabra del Mal es fuente de enredo, engaño, trampa y perdición.

Te pido Señor que en este comience de curso, me ayudes también a acallar a los demonios que me tientan, a los que me animan a creer en un Dios que no eres tú, a los que me hablan al oído para sacar de mí aquello que, a la postre, me aleja de Ti.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Perdonar? Siempre. Y pedir perdón, también. (Mt 18,21–19,1)

Vengarse siempre es una tentación. Querer mal para aquel que nos ha hecho daño, también. Encerrarse en el foso del victimismo incurable, tentación. Pensar que no necesito el perdón, abrazarse al error y ser esclavo del orgullo, lo mismo.

La invitación de Jesús de Nazaret es practicar el perdón como el comer. Y cuando hablamos de perdón lo hacemos en doble dirección: saber perdonar al hermano que nos ha hecho daño y saber pedir perdón cuando somos nosotros los que hemos infligido dolor a otro.

Dios es perdón. Él perdona siempre. ¿A todos? A todos. ¿Todo? Todo. Es el padre de la parábola que no desea otra cosa que aquel que se ha perdido, vuelva a casa. Es el que perdona los pecados a la adúltera, sin condenarla, y la anima a no pecar más. Es el que, como a la samaritana, conoce nuestra vida, acoge nuestro caos, y nos ofrece aquello que calmará nuestra «sed» de felicidad para siempre. Dios es el que se agarra a la última astilla, del último troco que, ya en el precipicio, permite rescatarnos del abismo, como hizo con Dimas, el ladrón, ya en la cruz. Dios no sabe no perdonar. Su justicia es el amor. Sólo pide a cambio un corazón abierto a ese amor, a ese perdón, deseoso de una eternidad a su lado.

Perdonemos. Pidamos perdón. Y estaremos más cerca del paraíso.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Quítate de mi vista, que me haces tropezar (Mt 16,13-23)

Todos tenemos experiencia de tropiezo. Una se hace propósitos, uno intenta ser consecuente y seguir a Jesús, pero ¡demasiadas veces nos quedamos en el intento! Hay personas, cosas, situaciones, ambientes, lecturas… que no nos hacen bien. Si nos acercamos, caemos. Y aún así, ¡cuántas veces dejamos que eso suceda!

En el conocidísimo pasaje de hoy del evangelio, hoy hago oración con la reacción de Jesús ante un Pedro que le quiere evitar (por cariño, sin duda) todo el sufrimiento que le va a suponer viajar a Jerusalén. Jesús identifica a Satanás, al mal, como el protagonista de esa tentación. Satanás se sirve de Pedro en esta ocasión y lo hace envuelto en una capa excelsa de humanidad. ¡Cómo dejar que el Maestro lo pase mal a manos de esos canallas!

Es buena identificar, como Jesús, aquello que nos enreda, aquello que nos hace tropezar. Para ello, hay que asumir que Satanás juega sus fichas en esta partida y que el mal siempre es astuto. Conoce nuestras debilidades y, la mayoría de las veces, nos hipnotiza «con buenas palabras», «con buena intenciones». Si le damos cancha, caemos.

Por eso hay que ser firmes como Jesús y gritar eso de «¡quítate de mi vista!». No vayamos de héroes ni de fuertes. Mejor evitemos aquello que nos perjudica y que saca la peor versión de nosotros mismos. Y viviremos más felices.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

La notoriedad de la pureza (Mt 20,17-28)

Me alegra ver que la Iglesia cada vez está más presente en las redes sociales. Cada uno, con su carisma, aportando luz en lugares donde, normalmente, es fácil ver desprecio, insultos y críticas desmesuradas. Ir hoy a las redes es también «subir a Jerusalén» de alguna manera. Es más fácil, sin duda, no ir.

Pero en este mismo movimiento, como los discípulos en su momento, nos vemos delante de tentaciones sutiles que provocan también entre nosotros salidas de tono. Ese «querer ser más» de entonces, que leemos en el Evangelio, sigue muy presente en mucho de nuestro ser creyentes. Por eso vemos cada día a curas, laicos y monjas cuestionando a otros muchos hermanos en pos de la pureza, la tradición, la renovación o vaya usted a saber. Hablan de ellos mismos aparentando hablar de Jesús y se promueven a ellos mismos con la sutileza de aquellos que piensan estar siendo «los mejores discípulos».

El tentador es inteligente y sabe jugar sus cartas. Mientras, nosotros, seguimos sin enterarnos de mucho.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Huir también es de Dios (Mt 2,13-18)

Huir del mal. Eso sí es de Dios. Cuando la trampa está cerca, conviene no minusvalorarla. El mal es poderoso. ¡Cuántos cayeron en sus redes pensando que nunca pasaría! ¡Cuántos se hicieron los valientes y confiaron en una falsa protección de Dios!

Dios nos protege, claro que sí. Vela por nosotros. Cuida nuestra vida. Procura nuestra felicidad. Pero en esta partida, de luces y sombras y ángeles y demonios, el mal también juega su partida y es enemigo poderoso.

A José, Dios le susurró que era hora de huir. El mal había anidado en el corazón de Herodes y convenía proteger al Amor pequeño que había nacido. También nosotros tenemos esa responsabilidad. Y cuando el mal se acerca y tiende la trampa, debemos seguir la voz de la luz que nos incita a salir de ahí cuanto antes y no hacernos los fuertes.

Un abrazo fraterno – @scasanovam