Tomás y la necesidad de la comunidad (Jn 20,24-29)
Cuando era más joven, dudaba de la necesidad de vivir la fe en una comunidad pequeña. Me llegaba ir a misa los domingos y pensaba que con eso, mis lecturas, mis sacramentos, etc. me llegaba. La idea de compartir con los demás mi fe, mis dudas, mi vida, recibir de ellos una palabra, reconocer a Dios en los hermanos… me resultaba ciertamente cuestionable.
Cuando hoy me encuentro con el pasaje de la aparición del Resucitado a Tomás, recuerdo mi proceso de fe y la importancia de la comunidad en el mismo. Tomás no estaba con la comunidad cuando Jesús se apareció por primera vez. Fuera de la comunidad, se multiplican las preguntas sin respuesta, las suspicacias, los razonamientos, la ideologización de la fe.
Jesús, que sabe de la necesidad de Tomás de «tocarle», podría habérsele aparecido a él y haber zanjado el asunto. Pero la comunidad es el camino privilegiado para el encuentro con el Resucitado. No hay fe sin otros. Eso es ser cristiano. Más que una serie de creencias, dogmas, liturgias, ritos y verdades… el cristiano es aquel que se abre a los otros, que vincula su historia con la de otros y que, en ese abrirse por completo, se encuentra con aquel que fue pura apertura, puro amor, pura entrega.
Señor mío y Dios mío. Esa fue la respuesta de Tomás. Ya no había preguntas, ni dudas, ni pruebas que hacer. Todo se había desvanecido por la fuerza del Espíritu.
Un abrazo fraterno – @scasanovam