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Tesoros (Mt 6,19-23)

Mira bien cuáles son tus tesoros. Mira bien a qué le das valor. Mira bien qué no estás dispuesto a perder. Mira bien por qué o quién te estás jugando la vida. Mira bien si tu corazón tiene precio.

Los tesoros siempre han sido los grandes protagonistas de las películas de aventuras. Tesoros escondidos en una playa, en la cámara secreta de una pirámide, en las tumbas templarias bajo el altar de alguna antigua iglesia… Un tesoro siempre ha sido algo valioso por lo que muchos recorrieron mares, océanos, desiertos… Algo que valía la pena encontrar y por lo que muchos leyeron, lo dejaron todo e hipotecaron su vida. Un tesoro es aquello que justifica una existencia única.

Miro a mi vida y me hago exactamente estas preguntas: ¿por qué o quién estoy dejando todo lo demás e hipotecando una vida? ¿Qué es tan valioso para mí, por lo que vale la pena dar tiempo, energías y sueños? ¿Qué es tan importante que cambio todo por ello?

Y ahí descubro mi vocación de maestro. Y ahí descubro a mi familia. Y ahí descubro a las Escuelas Pías. Y ahí descubro a Jesús. Y poco más. Abro el cofre y veo sus caras, palpo sus rostros y huelo el inconfundible aroma a eternidad que destila todo lo que vale la pena para un corazón.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Señor… ¡ya te vale! (Génesis 22, 1-19)

Abrahán estaba dispuesto a sacrificar a su hijo. Y por eso, el Señor lo bendice. Lo dice muy claro el ángel del Señor: «por no haberte reservado tu hijo único»… Reservar… El Señor bendice a Abrahán porque está dispuesto a darlo todo, a no quedarse con nada, a vaciarse, a estar disponible para Dios en su totalidad. ¡Qué libertad!

¿Cómo ando yo de libertad? ¿Y tú? Podría hacer una lista de lo más valioso de mi vida y de aquello que, por qué no, me aporta seguridad para seguir viviendo. No sé si sería una lista enorme o moderada, nunca me he puesto a ello… pero creo que no me sería complicado confeccionarla. Te propongo que hagamos juntos ese ejercicio. Por un lado nos ayudará a saber cuáles son nuestros tesoros y por otro, en un segundo momento, nos pondrá delante de nuestra libertad. ¿Estaría dispuesto a quedarme sin todo eso? Recordemos la historia de Abrahán: Isaac es fruto de la promesa del Señor, ya en su vejez. Hijo único, el futuro de la casta de Abrahán. Es, sin duda, lo más valioso que tiene. Pues ahora vamos a nuestra lista y elijamos… ¿Soy capaz de quedarme sin ello por el Señor?

Pero no es lo único que sacamos de la Palabra de hoy. Porque ¿cómo es posible que Dios le pida a Abrahán que reniegue de lo que Él mismo le había concedido? ¿Es que Dios cambia? ¿Es un Dios caprichoso? ¿Es posible que su voluntad para mi sea volátil, como el IBEX? ¿Qué pasa aquí? Si yo fuera Abrahán estaría completamente desconcertado… He leído varias catequesis e interpretaciones de esta Palabra y no todas dicen lo mismo. Yo prefiero quedarme con las preguntas, con el misterio. Somos hombres y no todo es tan claro a veces. A veces atribuimos a Dios la causa de nuestros propias confusiones, de nuestros propios enredos… Otras veces, el Señor nos exige dar pasos… Tengo que rezarlo más, abrir el corazón y que el Señor me ilumine en todo momento.

Un abrazo fraterno