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Evangelio para jóvenes – Domingo 1º de Adviento Ciclo B

Comienza un nuevo tiempo litúrgico. ¡Feliz año a todos! Un nueva etapa. Una nueva oportunidad para soñar, para mirar hacia adelante, para bajar a lo profundo del corazón y descubrir nuestros anhelos. No sé tú cómo llegas. Yo llego inquieto, con una mezcla emocional de paz y guerra. Siempre igual. ¿Será que no puede ser de otra manera? Vamos a acercarnos al evangelio de hoy [Mc 13,33-37]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!»

Velad. Así comienza este Adviento. Dios me mira de frente y me dice «- Santi, vela. No tienes ni idea de cuándo saldré a tu encuentro de nuevo». Me vienen a la mente momentos intensos de vela en mi vida: recuerdo la noche en vela esperando el nacimiento de mi primer hijo, solo, en la sala de espera del paritorio del Hospital de Alcorcón; recuerdo los días en vela ante la decisión de dar un paso hacia el ministerio de pastoral en la Escuela Pía, lleno de dudas, en plena tormenta interior; recuerdo la noche en vela, acompañando a los jóvenes, en nuestra experiencia de Horizonte; recuerdo la noche en vela en uno de los retiros más importantes de mi vida… Tres pistas de lo que significa velar, tres pistas sobre a lo que somos invitados hoy:

  • «Estar despierto» – Velar es no rendirse al cansancio, al sueño, a la tardanza de aquello que esperas. Velar es no sucumbir a lo razonable. Velar es esperar a quién amo. Velar es vivir consciente. Y es que no hay nada peor que dejarte llevar, vivir llevado por lo que otros deciden, por el devenir de los tiempos, por lo que te apetece. Comienza el Adviento despierto. Lávate la cara con agua fría y mírate al espejo. Mírate y dite lo que hay, lo que ves, sí, sé realista. Di lo que hay en tu familia. Di lo que hay en tu relación de pareja o en la ausencia de la misma. Di lo que hay en tus amistades, en la universidad o en tu trabajo. Di lo que hay en el mundo. Verbaliza la mucha mierda que te asquea, verbaliza el fracaso que te llena de desesperanza. Verbaliza también el amor recibido y aquello por lo que vale la pena que sigas luchando. Y, al final, verbaliza aquello que esperas, que anhelas, que sueñas. Verbalízaselo a Dios. ¿Le necesitas? Díselo. Díselo. Acoge la verdad de tu vida y espera que, en sus manos, dé fruto.
  • «¿A quién esperas?» – Velar es esperar al dueño de la casa. Esto es el Adviento. Adviento no es esperar algo sino a Alguien. Y no a Alguien cualquiera sino a alguien que te conoce, que te mira, que te busca, que te quiere, que sabe más de ti mismo, de ti misma, que tú. Velar es esperar a Aquél ante el cual no hay postureo posible, ante el cual no cabe la vergüenza, ante el cual no hay espacio ni aspecto de tu vida que merezca su reproche. ¡No me digas que no vale la pena esperar a este Jesús que mira tu vida con amor, sin culpa, sin juicio! ¡No me digas que no vale la pena esperar a este Jesús que conoce perfectamente el pecado, la perdición, la traición, el egoísmo, la oscuridad, la muerte, el sinsentido, la envidia, la miseria… tu pecado, tu perdición, tu traición, tu egoísmo, tu oscuridad y muerte, tu sinsentido, tu miseria…! Espérale, sí. Espérale. En su abrazo está tu descanso.
  • «Inesperadamente» – ¿Lo peor? Dios no envía un whatsapp para avisarte de cuándo ni cómo va a hacerse presente en tu vida. Aquel a quiénes todos esperaban en Israel nació inesperadamente una noche oscura de invierno, a las afueras de un pueblo perdido, entre animales y con olor a podredumbre, sólo arropado por el amor de sus padres. Dios hablar y se manifiesta en lo inesperado. Allí donde nunca dirías… Allí con quién nunca dirías… Allí de la manera menos ortodoxa y preparada… ¿Quién es capaz de reconocer lo inesperado? Los pastores: aquellos que frecuentan la oscuridad, la soledad, el frío, la intemperie, la pobreza, la fragilidad. Así que tú también estás invitado si aprovechas este tiempo de Adviento para despojarte de tantas capas de seguridad, de fortaleza y de valor que has construído para sentirte «alguien».

Comienza Adviento. Es el tiempo de los «sin nada», de los «don nadie», de los que esperan. Salí afuera, al frío, a esperar la luz que caliente tu corazón para siempre.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

La espera del enamorado #mioracióndehoy

Esther y yo, casados desde hace 12 años, vivíamos en lugares distintos cuando comenzamos la relación. Ella vivía en Madrid y yo vivía en A Coruña. Nos habíamos conocido en una Pascua juvenil a la que ambos asistimos como catequistas de nuestros respectivos grupos y, desde entonces, nuestra amistad había ido «in crescendo». Recuerdo que llegó un momento en el que, tras una serie de circunstancias y tras entender que Esther podía ser la persona que Dios quería para mí, decidí pasar a la acción. Le preparé desde la distancia una sorpresa para su 27º cumpleaños, con la colaboración de una amiga común de Madrid y de su madre, a la que no conocía. El 18 de mayo, día en el que ella cumplía, su casa estaba llena de globos y con un juego de pistas preparado… Yo era el final del juego, esperando agazapado en su habitación con un precioso ramo de margaritas blancas. Recuerdo la tensión de esa tarde, en su casa. Ninguno sabíamos cuándo podría llegar de trabajar. Allí fue llegando toda su familia menos ella… Podía llegar en cualquier momento.

Leo el Evangelio de hoy y me viene a la mente mi propia historia. En mi vida he comprobado que los tiempos del Señor, la brisa del Espíritu sopla cuando quiere, y hay que estar alerta. La palabra alerta siempre me aporta una connotación negativa. Es sinónimo de peligro, de miedo, de precaución… Leyendo el Evangelio, debo reconocer, no desaparece esa sensación. El tono de Jesús me resulta amenazante. Pero haciendo el paralelo con la historia que ya os he contado, creo que lo que el Señor quiere es que se le espere. ¿Qué hubiera sentido Esther si, el día de su cumpleaños, hubiese llegado a casa y ésta estuviera vacía, sin nadie esperándola? ¿Se hubiera sentido querida, amada, mimada?

Jesús quiere que le esperemos, que le esperemos con la misma ansia de enamorado con la que yo me comía las uñas la tarde de aquel 18 de mayo. El Señor es así. Quiere que le quieran. 

Un abrazo fratero

Ponte en vela (Apocalipsis 3, 1-6. 14-22)

La lectura del Apocalipsis de hoy me parece preciosa y durísima. Me lo aplico en lo personal. Tal vez no estaría mal dedicar el adviento a revisar muchos de los aspectos que hoy cita. eleitaos con ella. Hagamos revisión. Llega la hora de la conversión.

«Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: Conozco tus obras; tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto. Ponte en vela, reanima lo que te queda y está a punto de morir. Pues no he encontrado tus obras perfectas a los ojos de mi Dios. Acuérdate, por tanto, de cómo recibiste y oíste mi palabra: guárdala y arrepiéntete. Porque, si no estás en vela, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Ahí en Sardes tienes unos cuantos que no han manchado su ropa; ésos irán conmigo vestidos de blanco, pues se lo merecen. […]

Habla el Amén, el testigo fidedigno y veraz, el principio de la creación de Dios: Conozco tus obras, y no eres frío ni caliente. Ojalá fueras frío o caliente, pero como estás tibio y no eres frío ni caliente, voy a escupirte de mi boca. Tú dices: ‘Soy rico, tengo reservas y nada me falta’. Aunque no lo sepas, eres desventurado y miserable, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro refinado en el fuego, y así serás rico; y un vestido blanco, para ponértelo y que no se vea tu vergonzosa desnudez; y colirio para untártelo en los ojos y ver.

A los que yo amo los reprendo y los corrijo. Sé ferviente y arrepiéntete. Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos.»

Adviento en familia – Día 1

Acabamos de terminar la oración en familia de este primer día de Adviento. Es ya una tradición que empezamos hace 2 años, cuando Álvaro tenía 3 e Inés era una recién nacida. Y fue bien. El Adviento es un tiempo precioso para vivirlo y orarlo en familia. Esta es la oración que he escrito y que hemos leído frente a la vela encendida:

SEÑOR JESÚS,
HOY EMPIEZA EL ADVIENTO, UN TIEMPO QUE NOS GUSTA MUCHO.

NOS GUSTA PORQUE NOS RECUERDA
QUE FALTA POCO PARA NAVIDAD.
NOS GUSTA PORQUE NOS ACORDAMOS MUCHO DE TI,
DE LO PEQUEÑO QUE ERAS.
NOS GUSTA PORQUE CANTAMOS VILLANCICOS
Y PONEMOS LA CASA PRECIOSA CON EL ÁRBOL Y EL BELÉN,
LLENOS DE LUCES, COLORES Y REGALOS.

HOY ENCENDEMOS ESTA VELA PARA NO OLVIDARNOS DE TI.
PARA QUE AUNQUE VENGAMOS CANSADOS DEL COLE
O DEL TRABAJO,
RECORDEMOS QUE QUEREMOS QUE SEAS NUESTRO AMIGO
Y QUE NOS ACOMPAÑES CADA DÍA.

UN BESO DE BUENAS NOCHES, JESÚS.

Después dimos gracias por el día vivido y a la cama. Buena manera de empezar adviento, sin duda.

 

No sabéis qué día vendrá nuestro Señor (Mt 24, 42-51)

Muchas veces he interpretado esta Palabra desde el miedo a la muerte y a morir en pecado. Esta lectura, válida sin duda, es fruto de la educación recibida y de la importancia de vivir en gracia de Dios. Pero últimamente, y hoy también, la lectura me proporciona otra luz.

Dios vive en el mundo y viene a mi de continuo. Y no sólo a mi sino a todos los hombres y mujeres que poblamos la faz de la tierra. Como no se le ve, muchos no lo perciben y yo, en determinados momentos tampoco. Me como el tarro con las cosas que puedo hacer y con aquello a lo que estoy llamado y me pregunto día y noche cuál será ese sueño de Dios para mi… Pero luego, como el siervo que se queda solo en casa, me distraigo, me rodeo de ruído, me dejo llevar por cosas que no me construyen ni me acercan a Dios… Y el Señor pasa… y, tal vez, yo ni me entero.

Deseo y vela. Tal vez condiciones indispensables para tener cobertura y recibir la llamada del Señor.

Un abrazo fraterno

¿Por qué el Señor nos ha hecho sufrir hoy una derrota…? (1Sm 4, 1-11)

Lo de los israelitas me suena a conocido. Conozco mucha gente que se piensa que por traer «el arca» a la batalla no va a tener ningún problema para alcanzar la victoria. Es la tradición de poner una vela antes de un examen, de rezar para que me toque la lotería, de pedir para que no me venga una enfermedad, etc.

Si en lugar de preparar nuestras armas, de ponernos en forma, de preparar la estrategia… nos dedicamos a meter a Dios enmedio a ver si nos resuelve la papeleta… mal vamos. Hay gente que confunde «poner a Dios en medio» con darle a Dios la responsabilidad que no tiene. Y además, ¿qué pensarán los «filisteos» después de vencer a un dios? Pues nada, más reforzados imposible…

Dios no está para resolver las batallas de mi vida. Lo tengo claro.

Un abrazo fraterno

filisteos2.jpg

Fuego y calor, bendecid al Señor (Dn 3, 62-67)

vela_consumiendose.jpgHoy he orado mirando a una gran vela amarilla encendida. Me es fácil orar centrándome en el quemar de la vela. La mecha, la llama, la cera fundida, las caprichosas formas creadas… todo me lleva a Dios.

Este Adviento que se aproxima deseo que sea un tiempo de bendición. Tiempo de bendecir al Señor. Tiempo de bendecir a mi familia. Tiempo de bendecirnos. Tiempo de bendecir a los hermanos.

Con el invierno a las puertas… y mirando la vela… ¡Fuego y calor, bendecid al Señor!

Un abrazo fraterno

Luz (Lc 8, 16-18)

Mi oración de hoy ha estado centrada y concentrada en la vela protegida que ilumina la oración comunitaria de los lunes. No me canso de mirarla. Me acaricia y yo me dejo. La vela es grande, de las de pie ancho. La mecha prende bien. Color alilado. Lo más significativo es que la vela está dentro de un cilindro marrón de cristal con aroma árabe. El material del cilindro es suficientemente transparente para que el resultado del conjunto sea una sensual luz llena de fe y vida. La llama no se ve, se percibe. No se muestra orgullosa sino que se presenta cuidadosa, sin llamar la atención. Uno la sabe presente. la luz brota del interior, ilumina de dentro hacia afuera. Es dentro donde prende. Es fuera donde produce. La llama se mueve debido a las corrientes generadas. No es inmune a sus circunstancias pero su plasticidad le permite mantenerse en pie.

Es la luz de la comunidad para el mundo. Es la luz de mi mismo, en comunidad, para el mundo. Hoy el Evangelio me recuerda que soy candelero, no tanto por ser cristiano sino por ser persona. Todos podemos encendernos. Muchos no saben, muchos no pueden, muchos no quieren. Yo quiero ser como esa vela que contemplo.

Un abrazo fraterno