Te hago luz de las naciones (Isaías 49,1-6)
Qué hermoso es escuchar estas palabras en boca de Dios. Saberse alguien conocido y amado es algo que cambia por completo la vida de alguien. Cuando somos pequeños éste es el mayor sustento y el mejor alimento que podemos darle a nuestros hijos: hacerles saber que les queremos, hacerles contar con la seguridad incondicional de nuestro amor, hacerles saber que les conocemos, que sabemos quiénes son y que nos gustan así y los respetamos en lo más profundo de lo que son.
Cuando nosotros, como hijos de Dios, tomamos conciencia de que el Padre también actúa así con nosotros… un terremoto sacude nuestra fe, nuestra mirada, nuestro corazón… Dios sabe quién soy, me ha creado. Él me conoce. sabe demis dones, de mis enredos, de mi pecado, de mis puntos fuertes y de mis puntos débiles. Lo sabe todo. Y sabe qué puede esperar de mi, qué puede pedirme. Nada de lo que me venga es demasiado ni ninguna de las misiones que se me pongan delante son irrealizables porque Él sabe que están a mi medida.
Y además lo hace para que sea luz, luz para otros, luz para aquellos necesitados de Buena Noticia.
No me puedo esconder. No puedo minusvalorar mis capacidades y mis dones. No puedo jugar a la defensiva. No puedo mirar a otro lado. No puedo achicar…
¡Dios! ¡Gracias! ¡Tú eres mi fuerza!
Un abrazo fraterno
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