¿Te has acostumbrado a esta basura de vida? (Mc 5,1-20)
Hasta lo mejor puede ser rechazado ante una mente y un corazón acostumbrado al mal. Es tremendo. Cuando olemos a mierda y nos hemos acostumbrado al hedor de la basura, un perfume caro puede resultarnos hiriente y desagradable. Acostumbrarse a lo malo, al mal, a la mediocridad, a la bajeza, es lo que tiene.
El Evangelio de hoy lo deja claro. Todo un pueblo acostumbrado a un endemoniado que vivía entre sepulcros, un muerto en vida, poseído. Una realidad de muerte que nada tenía que ver con el Reino que Jesús traía al mundo. Un paisaje conocido al que todos se habían acostumbrado. Ni nadie le ayudaba, ni a nadie molestaba ya. Era simplemente, una parte asumible de un todo.
Pero Jesús llega y no se conforma. Jesús y el hedor a mal son incompatibles. Jesús viene a ahuyentar al mal de nuestro corazón. Jesús viene a poner patas arriba la basura y a acabar con ella. Jesús viene a poner luz, a destrozar a la oscuridad aceptada sin más. ¿Qué tiene que ver Jesús con el mal? Pues que es sencillamente su antítesis.
Dios quiere para nosotros, para ti, lo mejor. Dios trae buen perfume para tu existencia. Dios sueña con verte feliz, con ver la mejor versión de ti mismo. Dios sabe que eres su hijo, su hija, hecho a imagen y semejanza suya. Dios no acepta, ni por asomo, toda esa basura vital a la que tú sí te has acostumbrado. ¿Le dejas que entre y ponga orden? ¿O te va a entrar el pánico de remover la mierda y prefieres seguir así, sin más?
Un abrazo fraterno – @scasanovam
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