Te nombré profeta de los gentiles (Jer 1, 4-5.17-19)
¡Qué bien hoy tu Palabra Padre!
A veces me agoto de dar testimonio en mi alrededor. A veces pienso que es inútil. Las personas, los jóvenes a los que me dirijo, están rodeados de tantas cosas, de tanto ruido, de tanto… que pienso que van a ser incapaces de hacerte un hueco, que pienso que todo mi testimonio, que toda la energía gastada en proclamar tu Buena Noticia, va a caer en saco roto. Pero hoy renuevas parte de mi vocación.
Sabes Señor que muchas veces expresé mi convencimiento de que no me llamas a evangelizar en el Tercer Mundo. Estoy convencido, y hoy más, que me llamas a evangelizar en este descristianizado y perdido Primer Mundo. Los valores y la fe se pierden rápido, Padre. No hay muchos que alcen la voz. Al que la alza se le calla pronto. Y nos vamos acostumbrando. Tú me nombras profeta. Quieres servirte de mi para gritar al mundo tu Palabra, tu voluntad, tu camino de felicidad. ¡Sírvete de mi Señor! Llévame allí donde hay dinero. LLévame allí donde no hay fe. Llévame allí donde no hay compromiso. Llévame allí donde hay Dios. Llévame allí donde lo tienen todo menos la felicidad. Llévame allí donde no hay silencio. Y ahí, en medio, dame voz y crea palabras a través de mi lengua, palabras que lleguen al corazón y llamen a la conversión.
Lucharán contra mi pero no me podrán porque Tú estás conmigo.
Un abrazo fraterno
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