He tenido la suerte de celebrar los días de Pasión y Pascua en el colegio que tenemos en Oviedo. Allí, junto a mi familia y a casi 100 jóvenes y unos 25 catequistas, pude volver a sentir lo que tengo tan arraigado en mi corazón: participar y vivir desde dentro una pascua juvenil.
Hacía años que no participaba. Los últimos, estuvimos en la pascua de adultos, junto a familias, profesores, miembros de la Fraternidad. El trabajo lejos de la Escuela Pía me mantuvo alejado de ciertas realidades durante muchos años. Pero la Pascua ha vuelto a mí. Me tocó coordinar parte de la misma y redescubrí lo que es estar al servicio de chicos y chicas con ganas de juntarse, de compartir su vida y su fe y de seguir caminando junto a Jesús. También importante el compartir tarea con compañeros, amigos, hermanos… dedicados de pleno, como nosotros, a los jóvenes.
Fueron días preciosos, con detalles muy lindos y celebraciones y catequesis muy intensas. Ratitos de acompañamiento. Caricias al espíritu. Risas también. Y lágrimas.
Ojalá la fuera del Resucitado nos siga impulsando. Estamos llamados a dar la vida, esa que hemos recibido en abundancia.