Velad (Mt 25, 1-13)
Siempre he leído este evangelio desde el miedo a morirme sin estar confesado. Sí, es eso que te cuentan de que si la muerte llega a ti y no estás en gracia de Dios puede que no vayas al cielo, puede que no resucites… Un poco trágico la verdad… Hoy lo he leído de otra manera, mucho más comprometedora pero tremendamente más positiva.
Hoy el Padre me grita «¡Santi! ¡Vela! No vaya a ser que pase, que surja, que me cruce en tu camino y no sepas reconocerme por tener la vista en otro sitio, por tener los oídos bajo otra melodía, por tener los sentido de cara al sur.» Eso es lo que me dice el Padre hoy. No puedo vivir como si hoy no fuera a pasar nada, como si siempre hubiera tiempo, como si las oportunidades fueran infinitas. Dios pasa. Siempre pasa, pese a los que dicen que no. Dios pasa en cada vida. Dios sucede a cada instante. Y no siempre estamos listos, preparados, con la lámapara encendida para verlo… Porque a veces Dios pasa en un abrazo, otras en una música, otras en una imagen, otras en la oración, otras en el hermano, otras en el pobre o en la mujer de la escalera que busca algo. Yo soy quién no hace caso; yo, quién tiene los ojos cerrados.
Velad. Velad para sentir a Dios en la brisa, en lo pequeño, en lo suave, en lo cotidiano.
La primera interpretación es la del miedo. Ésta la del enamorado.
Un abrazo fraterno
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!