Volvieron a ayunar y a orar (Hc 12,24 – 13,5)
A veces me encuentro con mucha gente que se desvive por encontrar su lugar en el mundo, que desespera por no acabar de descubrir para qué están aquí, cuál es su misión, en qué consiste su vocación. Es como si Dios se hubiera callado con ellos. Creo que, más bien, es tanto el ruido que nos rodea que difícilmente puede escucharse el soplo del Espíritu.
El Espíritu es sutil y siempre habla bajito. Es antigritos. Es como un bocado sencillo y humilde que, una vez en la boca, llena nuestros sentidos de alegre y sabroso placer. Para sentir su caricia hay que estar listo. No vale cualquier lugar. No vale cualquier momento. No vale cualquier actitud.
Bernabé y Saulo escucharon su misión en oración, en comunidad y ayunando, es decir, desprendidos de lo material, libres de ataduras, libres para optar… libres para escuchar… Ahí sí. Así sí. Buena lección para mi hoy.
Un abrazo fraterno
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